domingo, 22 de marzo de 2009

Pilar y la jaula de cristal


De todas las locuras y senilidades que he podido conocer, la más justificada y natural podría ser la de mi amiga Pilar, aunque su nombre sea otro.


La conocí hace bastantes años. Las dos escribíamos cuentos para niños y los publicábamos en Internet. Nuestra amistad fue muy "futurista", surgió vía e-mail.


Pasó el tiempo y un día decidimos conocernos en persona. Para entonces, las dos sabíamos muchas cosas la una de la otra; para mí, se había convertido en una persona en la que confiarle algunos secretos y preocupaciones: me gustaba su forma de ver la vida. Era moderna, cultísima, eficaz, trabajadora, divertida...


Yo sabía que mi amiga era bastante mayor que yo. No unos cuantos años, sino casi 50 años mayor que yo. Lo que no sabía era que tenía la enfermedad de los "huesos de cristal", y que de tantas caídas y tantas roturas, su cuerpo había quedado deformado y tenía grandes dificultades para caminar. Por eso, me llenó de ternura y de pena cuando me advirtió que "seguramente, cuando la viera en persona, me asustaría".


Me recibió en la puerta de su casa, y me encontré con una mujer muy bajita que caminaba "como una tortuga" (como ella solía decir), siempre ayudada por un bastón. Tenía una pierna más corta que la otra, zapatos ortopédicos (siempre muy modernos y pulcros), la espalda hecha un nudo y unas gafas que no le servían para nada, porque no veía ni un pimiento.


Pilar fue mi amiga durante muchos años. También fue mi paño de lágrimas y, aunque sufrió una operación de huesos al año, o más, jamás la oí quejarse, pedir ayuda, o lamentarse.


Cuando la llamaba y le preguntaba cómo estaba, me respondía: "muy bien", riéndose, y pasábamos a hablar de mí.


De repente, hace un año y pico, Pilar comenzó a hacer cosas extrañas. Me llamaba constantemente, a veces se enfadaba sin motivo, y se sentía amenazada por su propia hermana, con la que había vivido toda su vida y que, por cierto, es una bellísima persona. Y bueno, muchas otras cosas más que no quiero contar, pero que dejaban ver claramente que se había presentado un problema grave.


Los episodios se fueron recrudeciendo, y llegó un momento en que Pilar tuvo que ingresar en una residencia, y someterse a un tratamiento.


Hoy mi amiga es una persona que necesita ayuda, pero se trata de una loca maravillosa que ya les ha puesto apodos a todos los de la residencia, a los que tiene fritos con su constante actividad cerebral. Al director de la residencia le llama "Abuelito Pavarotti", a sus cuidadoras "Carmen Alborch", "La flor de la canela"... y mil nombres más originalísimos. A mi marido le llama "El gitano", y a mi nena "La gitanilla"... A mí no me tiene puesto mote, cosa rara, ya que hasta a su hermana la llama "La tía Pipa"... pero me llama con un diminutivo cariñoso que tengo que reconocer que me encanta.


Un día se me ocurrió pensar que a Pilar le había vuelto loca su propia jaula de cristal, su cuerpo. No el dolor, no las deformaciones... sino tener una mente voladora, una voluntad de hierro, una imaginación desbordante, una vocación de ser amiga y de abrazar al mundo entero... y no poder dar un sólo paso sin temer desmontarse entera.


Siempre me pregunto por qué rayos nunca escribo sobre Pilar en este blog, cuando la historia de nuestra amistad es una de las más bonitas y más reales que tengo en mi recuerdo.

Y pienso que sigo siendo con ella una egoísta, que ella siempre me dió y me dió sin esperar a cambio, y de tanto darme la tengo en la recámara, como se tiene a aquella gente que sabes que siempre está ahí y sin querer sólo sacas cuando la necesitas.


Hoy Pilar es una viejecita un poco loca, sin un pelo de tonta y con la misma alegría desbordante de siempre. La locura no puede con su corazón.

4 comentarios:

Lucía dijo...

Qué suerte que la hayas conocido! siempre me impresiona la gente que sufriendo mucho se vuelca en los demás y no se queja...

Anónimo dijo...

Que historia más bella. Y que maravilla que sea una persona con tanto valor para vivir aunque sea en medio de su locura, que como dice "no tiene un pelo de tonta". Es de admirar que mantenga su alegría y júbilo.

maria jesus dijo...

Que suerte tienes, una amistad así es un tesoro, cuesta mucho conseguirla

Maktub dijo...

me encanta blog, tienes historias muy chulas.
si quieres pasate por el mio
un saludo