jueves, 23 de julio de 2009

Lo que no se ha vivido

Vuela esta canción, para ti, Lucía... la más bella historia de amor, que tuve y tendré...
Es una carta de amor, que se lleva el viento... pintado en tu voz... a ninguna parte... a ningún buzón...
Dónde están los mares que nunca navegué, los besos que nunca di, la gente que nunca conocí...
Dónde están...
Seguro que no encerrados entre el polvo y el asfalto.
Muy lejos, en otras tierras...
en otro lugar, donde transcurre el tiempo al margen de las cosas que van pasando.
Yo sé que esto no es real.
Pero que nadie me niegue que alguna vez sueña con otros mares que navegar.

miércoles, 22 de julio de 2009

De milagros cotidianos

Son las 8:30 de la noche. Está oscuro en la habitación. El ventilador nos da una pequeña tregua cada 2 ó 3 minutos, proporcionándonos una fugaz ráfaga de aire fresco que respirar. 
Primero le canto al oído una canción muy antigua, que me enseñó mi padre, y que a él se la enseñó su madre. Después le hablo muy suave, acariciándole la cabeza y la nuca. Le cuento las cosas del día, nuestras preocupaciones, las mías, que también le incumben a ella, aunque aún no lo sepa. Pedimos protección a la Sagrada Familia, nos acordamos de cada miembro, uno a uno, tranquilamente. Siempre lo mismo, pero siempre diferente; con nuevos matices, con distintos tonos.
Para entonces María ya se ha relajado sobre mi hombro. Su respiración es cada vez más profunda y rítmica. Su mano reposa sobre mi pecho, y yo le sigo susurrando al oído, cada vez más bajito.
La miro, tan plácida y confiada, tan bonita y tan inocente, que pienso que es imposible que yo haya dado a luz una cosita semejante. Y verla dormir, qué cosa tan absurda, me confirma que Dios existe. Es como un pequeño milagro diario. Le daría mi vida entera. Algo tan tremendo, tan inmenso... es un milagro al que asisto cada día.
Con una técnica que voy depurando con los meses, la acuesto finalmente en su cuna, sin que se despierte. Primero el culete, luego las piernas, después la cabecita, muy suavemente.
Se revuelve un poco. Entonces le doy a su osito Barry, una pequeña mantita muy, muy suave. Ella la coge, se la pone encima de la cara, y se termina por dormir. 

martes, 14 de julio de 2009

Una boda muy... elaborada

La verdad, no me hubiera importado un numerito así en mi boda... ¡qué sorpresa!

viernes, 10 de julio de 2009

Sangre con galletas

Recuerdo la imagen perfectamente. Yo tenía unos 7 u 8 años, y estaba viendo, sola, el telediario. Creo que fue Matías Prats quien avisó de que las imágenes que se iban a proyectar eran de una crudeza extraordinaria. Me las tragué. Quizá fueron unos segundos, pero esos segundos me acompañaron durante muchos años.
Un jefe o ministro, o presidente de un país africano había sido secuestrado por unas milicias y le habían torturado. En las imágenes, salían instantes de aquella tortura. El hombre, sentado en el suelo, desnudo. A su cada lado, un militar con cuchillos. Creo que en las imágenes se veían cómo le arrancaban una oreja.
Me revolvió el estómago, igualito que ahora, más de veinte años después.
Desde entonces en las películas violentas siempre cierro los ojos. Las películas de miedo, por ejemplo, aunque me atraen, prefiero evitarlas porque siempre creo que mi imaginación es más poderosa que todo lo demás.
Hoy he visto que los periódicos digitales reproducen la muerte de un joven en los Sanfermines. Estuve tentada a abrir el vídeo, pero... miré mi café con las galletas que estaba desayunando y pensé: menuda burrada mirar cómo muere este chiquillo mientras yo mojo mis galletas en el café.
Esto mismo pienso a menudo cuando veo el telediario a la hora de la cena. Ahí estoy yo con mi tortillita, o mi ensalada, como quien se toma las palomitas en el cine, sólo que en el telediario el sufrimiento que me muestran es real, tan real como la sangre, las balas, las bombas o la violencia que me reproducen.
Me pregunto si a los muertos en cuestión les hará gracia que tengan una cámara de vídeo encima mientras agonizan.
 

viernes, 3 de julio de 2009

Lo sabía

Lo sabía. Sabía que oiría eso cuando lo pregunté.
Hoy he tenido la oportunidad de conocer a alguien que conoció muy bien a Juan Pablo II. Al preguntarle sobre él, me dijo que era un santo. En realidad no lo dijo así. No dijo "era un santo", sino que utilizó la palabra santo como un adjetivo que se dice dándolo por hecho dentro de la conversación en la que me está contando otras cosas más.
Pero yo me agarré a ello y le pregunté: "¿Y por qué cree que era un santo?". Él se quedó parado. ¿Quizá había sido poco prudente? "Todo el mundo dijo que era un santo, "Santo Súbito", pedían las multitudes nada más fallecer" -me dijo, un tanto alterado.
"Ya, pero usted le conoció... ¿cómo actúa un santo?"
Entonces me lo dijo.
"Bueno, te dedicaba todo el tiempo del mundo. Era como si no hubiera nada más importante que hacer que estar a tu lado y charlar contigo"...
Lo sabía, lo sabía, lo sabía.

miércoles, 1 de julio de 2009

Un reto




Llevo dos días en un Congreso de Filosofía. He venido a cubrirlo como periodista, no participo en él. Se trata de una cita importante y arriesgada, elaborada con la mejor voluntad por gente joven y cultísima, amable y entregada a su trabajo. Por eso, y aunque ninguno de ellos llegue jamás a leer este blog (pues no saben que existe), no quisiera despreciar su labor, ni su pasión, que es la Filosofía.
Mi padre es filósofo. Yo misma me he criado entre libros sobre Sócrates, Platón y mil otros nombres más que recuerdo haber estudiado en 3º de BUP y COU.
Sin embargo yo no puedo con la Filosofía. Mis neuronas no vienen programadas para darle vueltas a temas abstractos ni a términos ambiguos, ni a frases construidas con palabras que no utilizo en mi vida cotidiana, y que conste que en mi vida cotidiana tengo un amplio vocabulario, aunque sólo sea por mi trabajo.
Nunca pude entender a las personas que dedican la vida a darle vueltas al mero hecho de darle vueltas a la vida. Mi frase está construida a posta, no es un error gramatical.
Ya digo que no estoy hecha para esto. Lo mío son las frases con sujeto, verbo y predicado. Lo mío son las historias, los cuentos, y los hechos concretos. Podría tirarme días encerrada hablando sobre Historia o Literatura. "Una vez pasó esto", "Érase una vez", o "Hace 50 años..." son las frases que comienzan las historias que yo entiendo. Pero mi cerebro se cortocircuita si me hablan de esencia, de metafísica, de sustancia...
¿Hay alguien ahí, en el espacio exterior, que disfrute de la Filosofía?