Huele a comienzo y quizá a final. Pero este último olor es sólo percepción mía.
De todos es el olor de playa y de moreno, de pulseras nuevas de la playa, de salitre en la piel, de sol, de viejas amistades y de concentración de familia.
Este verano me he leído dos libros. Los dos, maravillosos, y los dos hablaban de olores cuando hacían una descripción. Y es que los olores, tan difíciles de explicar y de compartir, son fundamentales los momentos importantes, o también banales, de la vida.
"Helena o el mar del verano", era uno. El otro "Paraíso inhabitado".
Gracias a ellos he disfrutado de la belleza de las palabras y he vuelto a reencontrarme con una parte de mí que permanecía adormilada entre tanto pañal, toallitas y jabones del curso pasado. Con el descanso han llegado los olores y se han reavivado mis sentidos. Estoy a tope, me siento llena. Seguro que María también lo ha notado. Por eso, quizá, ayer me dio el primer abrazo de su vida. Bien fuerte.