jueves, 22 de abril de 2010

ayer encontré un olor distinto, en una colonia extraña que nunca antes había conocido. Decidí que olía a cambio, a nuevas etapas, y como tantas otras cosas no pude esperar más que un día para hacerme con él.
Muchas veces siento la tentación de creer que las cosas serán distintas si lo superfluo alrededor de mí se renueva, pero al final el resultado es un montón de cosas medio nuevas, o envejecidas sólo a la mitad, y yo misma cansada de buscar lo de siempre.
En su día recuerdo que aquella frase de San Agustín que decía algo así como "¿A dónde iré que pueda escapar de mí mismo?" me abrió los ojos. Y la reconocí, no sólo en mí, sino en tantas personas a mi alrededor que buscaban y buscaban, sin fronteras ni descansos... y cuando volvían se encontraban con el mismo vacío de siempre.
Esto, supongo, es algo así. Uno puede variar constantemente de accesorios; su cuerpo, sus pensamientos y sus amarguras siguen acompañándole, quizá cada vez más ridículos y más evidentes.
Y los sueños también nos persiguen. Gracias a Dios que soy fiel a muy pocas cosas, pero lo poco que tengo me llena completamente.

miércoles, 14 de abril de 2010

El procesamiento de Benedicto XVI

En Libertad Digital, Javier Pereda escribe este interesante artículo que pone de manifiesto lo absurdo de los últimos ataques hacia la Iglesia, y especialmente en la persona del Papa Benedicto XVI



El pasado viernes, en Londres, un alto juez de Naciones Unidas solicitó al Gobierno inglés detener al Papa Benedicto XVI en su próximo viaje a Inglaterra, y procesarle ante el Tribunal Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. Geoffrey Robertson, destacando su condición de juez de la ONU, en un artículo que publicó la semana pasada, argumentó que los juristas deben invocar los mismos procedimientos que se hacen para encausar a criminales de guerra como Slobodan Milosevic, en este caso, al Papa, como Cabeza de la Iglesia, responsable último de los abusos sexuales de los sacerdotes católicos.

El asunto está claro: se buscan Garzones, jueces ególatras y sectarios capaces de meter al Papa entre rejas o, lo que es mucho mejor, desautorizarle como pedófilo hasta conseguir la proscripción del cristianismo y recluirlo en las catacumbas por la dictadura del relativismo laicista; eso sí, mediante un fallo judicial.

¿Qué tiene que ver personalmente el Papa con la conducta abyecta, escandalosa y nada ejemplar de algunos desviados y corruptos dentro de la Iglesia? ¿Acaso no ha condenado el Papa, inmediatamente, estos abusos y ha tomado importantes medidas disciplinarias para corregir estas graves aberraciones, poniéndolas, incluso, en manos de la justicia? Por esta misma regla de tres, de tomar el todo por la parte, ¿qué podríamos decir de los casos de corrupción en colectivos como políticos, jueces, periodistas, empresarios...? ¿Los inhabilitamos a todos, por el mal que han cometido unos pocos? La responsabilidad ha de ser personal y esta acusación, jurídicamente, es insostenible.

Por eso conviene que esta campaña de persecución y desprestigio contra los cristianos sea una ocasión para explicar que, por unos pocos degenerados, no se puede descalificar a la Iglesia, fundada por Jesucristo, que es santa. No así, como puede comprobarse, algunos de sus miembros. Esta persecución solapada y el escándalo farisaico de los enemigos de la Iglesia nos recuerdan las palabras del evangelio de san Juan 15, 20-21: "Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán". Ante esta nueva persecución –una más durante estos veintiún siglos– los cristianos han de devolver bien por mal, sabiendo que Dios no pierde batallas, a la vez que han de hacer frente y defenderse de estos ataques injustos e inaceptables, haciendo valer el derecho a la libertad religiosa ante los poderes públicos.

domingo, 11 de abril de 2010

¿Está aquí la respuesta?

Me envía mi cuñado un artículo de Pío Moa, publicado en Libertad Digital, que encuentro realmente valiente, original y muy, muy clarito. Así que doy un paso al frente y me sumo a estas ideas. Caiga quien caiga, aunque quien caiga sea yo misma.

¿Por qué el progresismo es filopedófilo?

Pío Moa


Debido a que rara vez piensan en las implicaciones y consecuencias de sus tópicos, los progres se han enfadado por mi denuncia de que favorecen la pederastia. Por supuesto, cada poco se descubren redes de pederastas que son seguramente la punta del iceberg y nada tienen que ver con la Iglesia, muy al contrario. En estos casos son noticia volátil y apenas reciben atención de los medios. El caso del club Arny (que los progres intentaron presentar como una persecución contra los homosexuales) también se diluyó en la nada. Lo que interesa a los progres es atacar a la Iglesia y lo hacen, precisamente y en buena medida, porque saben que la Iglesia condena claramente la pedofilia. Utilizan para ello cualquier arma, incluso una tan de doble filo para ellos como la de los curas pederastas.

Veamos los hechos: el progresismo concibe el acto sexual como un juego placentero sin más complicación ni mayores consecuencias. Y si las tiene en el sentido más crudo de que la mujer o la chica quede embarazada, ven la solución en liquidar la vida humana en el seno de la madre. Existen, claro está, otros factores, sentimentales y emocionales, opuestos a la concepción progre de la sexualidad, concepción trivializante que por sí sola tiende a destruir la familia. Una de sus manifestaciones es la negación del papel del padre en la concepción o en la familia, pues niega el tópico igualitarista de la progresía. Los resultados están a la vista: cientos de miles de abortos, verdaderos crímenes si consideramos al embrión algo más que una acumulación de células semejante a un tumor; cientos de miles de divorcios, con sus costes emocionales (y económicos) frecuentemente muy altos, con cientos de miles de niños criados en hogares monoparentales, esto es, hogares mutilados. Sin duda tiene mucho que ver con todo ello la expansión de la droga, el alcoholismo, la delincuencia juvenil y una larga serie de síntomas de un mal muy profundo, de una salud social verdaderamente desastrosa.

Otro aspecto, que aquí interesa directamente, es la promoción alcahueteril de las relaciones sexuales a edades cada vez más bajas, creando entre los niños ambiente propicio a ellas y de rechazo del pudor. Porque el progresismo pinta tales cosas como una "liberación", un "progreso" (¿cómo no van a ser un progreso, si se oponen a la enseñanza tradicional cristiana?). En esa alcahuetería están enfrascados el Gobierno colaborador, no por casualidad, de la ETA, de las dictaduras y del aborto, y una multitud de periodistas y "educadores", y es por sí sola una forma de pederastia y corrupción de menores. Ahora bien, si estos adultos promueven activamente la relación sexual entre individuos de edad muy baja, ¿por qué no hacer lo mismo entre esos niños y los adultos que les "instruyen" y que, naturalmente, son más expertos y hasta, podrían decir en su demagogia, más responsables? Desde el punto de vista progre no hay absolutamente ningún argumento en contra. Simplemente, esos políticos y "educadores", aun si muchos de ellos no practican la pederastia, están creando el ambiente propicio para que esta cunda al máximo. No la defienden abiertamente –todavía no, porque entienden que el rechazo social sigue siendo demasiado fuerte, los "tabúes" cristianos no se erradican de la noche a la mañana–, pero todo se andará: sin decirlo, crean la atmósfera propicia para su desarrollo. Un desarrollo que vemos a diario, como el de tantos otros registros de degradación moral.

viernes, 9 de abril de 2010

¿Qué me pasa, doctor?


Anoche creí que sería una magnífica idea para el blog. Esta mañana ya no sé ni qué era. A veces se me ocurren frases brillantes para publicar aquí, tanto, que dudo de que sean realmente mías... Pero nunca duran en esta memoria de pez que tengo.
Ya no sé qué agenda comprarme, si electrónica, si manual... Ya no sé si pintarme las manos, ponerme el reloj en la otra muñeca... Ya no sé si ir caminando por la calle patas arriba para demostrarme a mí misma que hay algo de lo que tengo que acordarme y no sé qué es.
Y encima se me olvida preocuparme por esto también. Podría estar un montón de tiempo lamentándome, y ni siquiera puedo, porque en seguida pienso que hay otra cosa que tengo que hacer, y no lo recuerdo.