lunes, 28 de enero de 2008

Encuentros a la intemperie

La conocí hace años. Llegaba a donde estábamos tomando café, toda vestida de negro, y nos pedía limosna. Era muy bajita, muy arrugada, y muy anciana. Casi no podía ni vocalizar, pero a duras penas acertábamos a entenderle que no tenía de qué vivir, y que tenía un hijo. Pero quién sabe qué pasaba con ese hijo, que no era capaz de retener en casa a su madre y salir a trabajar él.
Su silueta enternecía; también sus andares, algo arrastrados, y su mirada, azul claro y algo perdida.
La perdí de vista, y no logré acordarme de ella ni un sólo día.
Pero hace una semana o algo más, ha vuelto a mi vida.
Me la encuentro todas las mañanas, cuando llego a una de las puertas de la Plaza Mayor, muy temprano, casi de noche. Allí está, en una esquina. Como antes era tan anciana, ahora no la encuentro más envejecida. Sigue igual, vestida de negro y abrigada con varios sayos y toquillas de punto. Alguien le ha puesto una sillita, y permanece en silencio, esperando a que alguien se pare. A pocos metros, patrullas de la guardia civil desayunan café con churros y se ríen de los chistes que se cuentan entre ellos. No entiendo mucho del funcionamiento de los servicios del ayuntamiento, pero una anciana de más de 80 años no debería de estar a la intemperie pidiendo limosna...

martes, 22 de enero de 2008

Oración de andar por casa

PARA REZAR EN CASO DE ENCONTRARSE EN EL "HOYO" COTIDIANO:
(VÉASE PROBLEMAS EN EL TRABAJO, MALENTENDIDOS CON AMIGOS... SIRVE PARA LAS PEQUEÑAS TONTERÍAS QUE NOS AMARGAN LA VIDA. PARA LAS COSAS GORDAS, MEJOR ACUDIR A LOS SANTOS).

Querida Madre mía del cielo:
Ya me conoces, aquí estoy de nuevo,
sintiendo que vuelvo al atolladero de siempre,
aquél en el que parece que me encuentro,
cada vez que acudo a ti.
Querida Madre mía del cielo,
me acuerdo de esa oración que dice
que no se conoce el caso
de nadie que, habiendo acudido a ti
tú no le hayas ayudado.
¿Por qué, Madre mía, daré tantas vueltas
antes de llegar a ti?
Pues sí, vengo a ti empequeñecida,
triste y algo derrumbada...
por esos fantasmas que vienen cada poco,
por todo aquello que no hago bien,
porque no controlo mi egoísmo,
ni mi envidia, ni mi avaricia.
Vengo hecha una niña pequeña,
pero ni me averguenzo, ni tengo miedo,
a tu lado, lo cierto es, Madre mía, que nunca tengo miedo.
Ni verguenza. Qué verguenza voy a tener
si has visto de lo que soy capaz
y aún así me has dado tanto amor.
Ayúdame, Madre mía,
quédate a mi lado, sólo déjame ver
un piquito de eso que llaman
tu amor maternal.
Sólo con que me dejes sentirte,
una milésima, unos segundos...
yo sé que volveré a levantarme.
Porque ya tengo esa experiencia,
sé que nunca me dejarás sola.
Te quiero, Madre mía.

Hacer del limón, limonada

Son las siete de la tarde y debería estar estudiando. Creo que es la primera tarde que paso sola en esta casa, una casa muy distinta a las anteriores en las que he vivido.
Por esta zona no hay muchas tiendas bonitas para dar un paseo y mirar escaparates; no hay mucha gente joven, pues son bloques antiguos, y por los patios, de noche, siempre huele a tortilla y se oye a la gente hablar y, sobre todo, gritarse.
Dice mi marido que los que gritan son un matrimonio de mediana edad con dos niños pequeños. A ella le faltan todos los dientes de delante y a él le falta todo el sentido común y le sobran botellas de vino. La otra noche, mientras intentaba trabajar en mi ordenador, oí como la madre le gritaba a uno de los niños "¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Come, asqueroso!!!!!!!"
Me quedé petrificada en la silla. De verdad, no es que no haya visto tragedias así, es que nunca había escuchado hablarle a un niño con tanto desprecio y de forma tan horrible. Me dió tanto que pensar... ¿Cómo crecerá esta criatura? ¿Qué pensará de su vida, cómo será de mayor?
Por esto y porque creo que estoy hecha una "cursi", me toca vivir una temporada en una zona diferente, que a veces me pone un poco triste. Eso sí: ahora creo vivir más en la realidad, más en el mundo que nunca.
Por eso he decidido "hacer del limón, limonada", y aprovecharme de esta temporada, que durará lo que Dios quiera, y dejar los escaparates bonitos, estudiar, leer más, y convertir en mi propia poesía, en mis propias historias, las cosas que oigo en el patio. Ah, y hacer mucha tortilla de patata para que así ya todo huela igual.

jueves, 17 de enero de 2008

Hace tiempo que no sueño

Hace tiempo que no escribo; que no sueño despierta, que no hablo sola, que no bailo por los pasillos de mi casa vacía de gente. Casi nada me importa, ni lo echo de menos. Nadie echa de menos la soledad.
Tan sólo soñar un poquito, de vez en cuando. Tan sólo un poquito de locura, de imaginarme un poquito de mundo diferente, de gente, de historias del metro... o del autobús, que son las que vivo ahora a diario.
Como la de la mujer de la coleta inmensa que me avasalló hoy, cuando aún no había amanecido, desde el asiento de delante. Tener tanto pelo puede ir en contra de la libertad de los demás. ¿Nunca nadie lo había pensado? Pues sí, habría que pensar en los demás a la hora de no ir a la peluquería. No es ya que tengas mucho pelo. Es que tanto pelo no es solidario.
Como la imagen de la anciana que me asustó esta mañana, en una calle vacía y oscura del centro de la ciudad.
¿Pasaré miedo en otras ciudades, como lo paso a veces en Madrid?
En Asturias nunca pasé miedo... En Asturias no hay tanta gente sola.
He vuelto, y creo que soy una persona un poquito diferente. Pero las historias siguen ahí. Ahora ya no bailo sin nadie, descalza en los pasillos desnudos de mi antigua casa... Pero sigo viva, y reanudaré mis sueños. Sólo tengo que hacerles un hueco entre tanta caja de mudanza...