miércoles, 23 de octubre de 2013

Volver con la imaginación

Una parte de mí sueña con este lugar. El imbondeiro, que nosotros conocemos como baobab. Un camino de tierra africana que lleva a algún lugar distinto, solitario, y al mismo tiempo pleno.

viernes, 27 de septiembre de 2013

El tag de la vuelta al cole



He visto en el blog de Adaldrida (http://osssssssea.blogspot.com.es) un Tag curioso y divertido. Nunca he hecho un Tag, y creo que éste es el segundo o tercer sorteo en el que participo en mi vida. Me he lanzado a probar suerte, sobre todo para estrujar mi cabeza y ver qué me sale. Quizá porque hace tanto tiempo que no escribo... (lo que me apetece), quizá porque siempre hay  una primera vez (para algunas cosas), quizá porque tengo este blog tan abandonado... (y me resisto a cerrarlo).
El Tag de la vuelta al Cole. ¿Quién más se anima?
Durante todas mis vacaciones de verano he estado en una casa que no es la mía, sino la de la familia de mi marido. Un chalecito a las afueras de una calurosa y bellísima ciudad del sur. Es decir, en el extremo contrario de nuestra lluviosa, verde y húmeda Asturias.
Romper la rutina con dos niñas pequeñas, muy pequeñas, tiene su aquél. Y si quien lo vive y lo sufre es una persona tan cuadriculada como yo, que me gusta controlarlo todo y que todo salga al menos como yo lo había planificado, siempre es un riesgo. Al final todo sale bien, las niñas disfrutan en cualquier sitio, y el cambio de aires, de actividades, y alejarse de las preocupaciones siempre da buen resultado. ¿Qué he echado de menos?
1. Los paseos de vuelta del Cole a casa con mis niñas. Unos momentos donde el cansancio se va apoderando de nosotros, los pasos se hacen cada vez más lentos y los zapatos se arrastran cada vez más.  Teresita suele ir gritando, con un tono más o menos irritante, pero mi querida María,mi dulce y reflexiva hija de 4 años, me va contando sus cosas. Sus preocupaciones, sus dudas, sus alegrías, sus confusiones. Cuando llegamos casa, huele a hogar. Ellas se quitan los zapatos y yo, dejo el bolso y saco fuerzas de no sé bien dónde. Quedan los baños y la cena. Queda jugar un ratito. Y todo eso tendrá algún momento de agotamiento en el que siento que perderé la cabeza y gritaré del tal forma que asustaría a Megan (la niña del exorcista).
2. Los bizcochos con forma de osito. El año pasado me dió por comprar moldes de silicona para bizcochos, y no podía faltar el osito. Hacer el bizcocho es un juego más que ellas se toman muy en serio. Después lo devorarán y la casa olerá a gloria durante toda la tarde.
3. Arreglarme para ir a trabajar. Es mi momento. Mejor incluso que el ratito de la noche, en el ordenador curioseando, aprendiendo y viajando por el mundo desde mi cama. Por las mañanas, muy temprano, me ducho y durante 5 minutos me maquillo. A pesar de que tengo mucho maquillaje, me gusta ir muy sencilla. Sin embargo, a mi manera, voy innovando, me invento mis cosas, me cuido un ratito donde estoy yo sola. Nadie más.
4. Viajar en autobús. Viajo de Gijón a Oviedo todos los días. Después de recorrer los metros y las calles de Madrid durante más de una década, tengo que decir que hoy soy una afortunada. Porque entre amaneceres rojizos, las Brumas de Avalon (así lo llamo yo a un tramo que siempre está lleno de niebla, y pienso que podría ser Escocia), tengo unos paisajes durante 20 minutos... Increíbles.

Quizá hay muchas más cosas, pero que se me ocurra, sólo hay estas. Mi día a día no es muy emocionante. Pero no pido más...

miércoles, 10 de julio de 2013

El mejor consejo que he tenido


Una vez, hace muchos años ya, alguien me dijo: "Cuando quieras saber cómo es una persona, no te fijes en cómo te trata a ti, pues a ti es fácil y agradable tratarte bien. Fíjate en cómo trata a los demás".
Con los años me he dado cuenta de la enorme razón que tenía este consejo.
Hoy lo quiero compartir con todo el mundo. A veces nos cegamos y, dependiendo de quién provengan los consejos que se nos dan, no queremos hacer caso. Yo en su día, tampoco quise escuchar esta frase; venía de alguien interesado en que la escuchase y la meditase. No lo hice. Mi soberbia y quizá, tantos años de soledad, provocaron en mí una falsa autosuficiencia de la que ya va quedando menos. Sin embargo, con el tiempo no me la saco de la cabeza. Es, quizá, el mejor consejo que he tenido nunca. Si hay alguien al otro lado de la pantalla, escúchalo, no seas soberbio. No hagas como yo.

miércoles, 26 de junio de 2013

Hoy soñé...



Yo no sé qué pensará cada uno si cuento por ahí que cada poco sueño con Santa Teresa. No sé hasta qué punto dice nada bueno de mí, porque la gente obsesiva a mí me da entre repelús y miedito, así que sólo tengo en mi defensa que la santa de Ávila sólo se me aparece en sueños y que yo esos no los puedo controlar. A diario, en mi vida cotidiana, a veces pienso en ella; pero como cualquiera podría hacerlo sobre alguien a quien admira, con normalidad.
Hoy el sueño fue tan emocionante y extraño, que se me ha ocurrido contarlo por aquí. No es que se me olvide el blog, no es que no lo tenga en cuenta. Es que los estados de ánimo son variables y el tiempo limitado. Y... cosas.
Pero voy a mi sueño. Entraba por casualidad y con algún amigo o conocido en un convento de Carmelitas. Estaba allí tranquilamente, hasta que no sé por qué motivo, entro en una habitación y de repente comprendo que las monjas que habían vivido allí, desde los comienzos del monasterio, no habían muerto, sino que seguían allí. Realmente estaban muertas, pero vivían (sí, ahora que lo pienso, como zombies). Las tenían escondidas en una zona aparte, donde nadie de fuera podía entrar ni podía jamás saber que estaban. Pero yo entraba, y un montón de monjas con un aspecto espantoso aparecían delante de mí, y me hablaban, y yo hablaba con ellas porque, aunque realmente su aspecto daba miedo, a mí no me lo daban.
Entre ellas, estaba Santa Teresa. Me gustaba hablar con ella y del sueño no saqué ninguna frase para la posteridad (ojalá, pero todo es más simple). Tan sólo me decía que aunque daba miedo, si me enseñaba su aspecto real aún me asustaría más. Ahí se acababa el sueño.
Sonó el despertador y lo puse para que me dejara seguir soñando cinco minutos más. De hecho, he perdido mi autobús y he llegado 15 minutos tarde al trabajo por culpa del sueño. Ha sido tan emocionante y distinto que no se me olvida.
Y sobre mi afición a Santa Teresa... no le encuentro mucha explicación. Yo nunca he sido gran fan de nada ni he seguido con emoción desmedida a nada en concreto. Pero sí que es verdad que he leído obras de Santa Teresa y siempre me ha llamado la atención su libertad interior, su fortaleza y personalidad, y sobre todo, la manera casi familiar en la que hablaba de Dios. De hecho, mi hija (que hoy justamente cumple 2 años ¿casualidad?) se llama Teresa por ella, y porque me parece un nombre de "gran mujer". Después de María, claro. Es nombre de mujer recia y fuerte, nombre castellano que no se anda con tonterías, que tiene salero y representa todo lo que yo admiro.
Lejos de querer pensar cosas raras, yo estoy convencida de que a veces los sueños quieren decir mucho más de lo que parecen. Yo misma he tenido sueños premonitorios, sueños en los que se me quería decir algo (mi abuelo, fallecido, apareció en uno de mis sueños pidiéndome que rezara por él, pues se había muerto muy triste), y sueños que me han demostrado que hay cosas que yo creía resueltas y olvidadas en mi vida y me han demostrado que no son así. Las cabezas son un misterio. Pero es bonito a veces querer ahondar un poco en ello. Termino con una frase de Antonio Muñoz Molina, en "El jinete polaco": "Entendió que no existe el olvido, y que la única verdad, desalojada por él mismo de su conciencia, se había refugiado en sus sueños, donde ni la voluntad ni el rencor podían alcanzarlo".
Nunca se me olvidará.
Parece que los sueños son lo más libre que tenemos.