martes, 28 de diciembre de 2010

Horror

Un mes sin escribir. Definitivamente, horror.
Siempre quise tener este blog actualizado, para contar, no mis cosas, sino lo que voy viendo, lo que me llama la atención por la vida... Porque las situaciones cotidianas están llenas de ironías, de pequeñas locuras que merece la pena rescatar y compartir.
Cada vez que voy a la matrona me toca vivir circunstancias así.
Yo creo que es una buena mujer. De esas personas que no saben ser "delicadas". Pero que al mismo tiempo, sufren por ser conscientes de ello. O no, yo qué sé.
La situación surrealista se dio cuando, en su consulta, el otro día, escuché los latidos del corazón del pequeñaj@. (Hasta febrero, no sabré si es niño o niña).
Yo, que es verdad que soy de lágrima facilona, me emocioné un poco. Aún no se me nota mucho, el pobre no da guerra ninguna, y a veces me da por pensar "¿Seguirá ahí?".
Bueno, pues mi matrona, de estética, como digo yo "Kale borroka", me dijo que no tenía que involucrarme tanto. Que si los niños no se sienten hasta las 20 semanas es para que la madre no se involucre emocionalmente con el niño. Que la naturaleza es muy sabia y como se puede tener un aborto espontáneamente, así la madre no sufre tanto porque no siente al bebé.
Me quedé sin habla. Podía haberle dicho que yo a María la noté con 15 semanas. ¡Y que me diga alguien lo contrario! Y con 14, que es mi estado actual, cuando cogí el otro día a mi chiquitina en brazos y me presionó el vientre, me pareció sentir que un bichillo se revolvía como una lagartija dentro de mí.
En todo caso, y aunque no fuera así. ¿Cómo no va a involucrarse una madre con su hijo, aunque no sienta sus movimientos? Si en el momento en que una es consciente de su embarazo, toda una revolución sacude su cuerpo y su mente... y ya ningún minuto de su vida vuelve a ser como antes...
La sonreí, y como no tengo interés ninguno en discutir con ella (porque además de poco delicada, es de las que "siempre sabe más"), me fui por la puerta como había entrado. Con la cabeza bien alta, con la moral por las nubes, y con mi niño y su corazoncito latiendo como una locomotora.