jueves, 13 de enero de 2011

La belleza


Hoy he tenido la oportunidad de leer una de las mejores definiciones de belleza que había visto nunca. (Tampoco es que haya visto muchas). Pero ésta me pareció tan clara y realista, y la comparto tanto, que no me resisto a dejarla "inmortalizada" en el blog.
Se dirige a los artistas:
"Este mundo en el cual vivimos necesita la belleza para no precipitarse en la desesperación. La belleza, como la verdad, es aquello que infunde alegría en el corazón de los hombres, es el fruto precioso que se resiste a la degradación del tiempo, que une a las generaciones y las hace comulgar en la admiración. Y esto gracias a vuestras manos... Recordad que vosotros sois los custodios de la belleza del mundo".
He dejado para el final la autoría de la frase. Para no predisponer a nadie. Pertenece al Concilio Vaticano II.

miércoles, 12 de enero de 2011

Por las calles de NY


Hoy he leído que el 41% de los embarazos en la ciudad de Nueva York acaba en aborto... Casi el doble que el resto del país.
De repente me he imaginado la gran ciudad de los rascacielos llena de cientos de miles de pequeñas, diminutas almas como fantasmas errantes, vagando entre las grandes avenidas, invisibles, llenas de pena.

martes, 11 de enero de 2011

La primera pasajera


Cuando suena el despertador son las 6:05 de la mañana. El sopor, el cansancio y mi temible imaginación hacen que se me pasen por la cabeza todo tipo de pensamientos a cada cual más estrambótico. Algunas veces se mezcla algo del sueño que estaba teniendo... (auténticas películas de acción), al tiempo que me pregunto si me encuentro bien físicamente o si me duele algo que pueda utilizar como excusa para quedarme un rato más en la cama. Cuando estoy hecha polvo me digo como una niña pequeña "¡no voy a trabajar!". Afortunadamente todo dura unos minutos y sin pensarlo más salgo de la cama.
Cuando llego al autobús no son todavía las siete de la mañana. Suele hacer frío y las calles están desiertas, aunque en ocasiones se ve a algún madrugador corriendo, bien equipado con sus vestimentas deportivas donde no falta detalle.
Ya en el autobús, el conductor y yo nos saludamos. Somos breves compañeros de madrugón, de lluvias frecuentes y de fugaces conversaciones sobre el tiempo o el sueño que tenemos. Siempre me siento en la primera fila. Soy la primera pasajera de las mañanas, la del abrigo rosa, la que siempre lleva los cascos puestos, la que observa sin querer queriendo a los que se suben detrás de mí.
Ya en marcha, comienza a pasar delante de mí la vida real. La ciudad permanece dormida. Me fijo en las ventanas de las casas. Todavía hay pocas luces encendidas.
Pero la tienda de ultramarinos, cerca de la plaza de toros, esa que lleva toda la vida ahí... esa ya está abierta. Tienen de todo. No es una cadena de supermercados, ni una panadería. Es todo junto, y a las siete de la mañana, su dueño, un hombre mayor, ya está colocando su mercancía.
Verle, siempre me da qué pensar. Pienso en su vida, en su familia. Nunca he comprado nada ahí. O quizá sí. Pero lleva toda la vida madrugando, probablemente mucho antes que yo, para sacar adelante ese pequeño negocio, tan poco concreto como con tanta personalidad.
Al llegar al trabajo, me toca leerme a fondo todos los periódicos. Es parte de mi tarea. Y comienzo a introducirme, como si me hundiera entre arenas movedizas, en otra realidad. Otro universo paralelo. El de ETA, el de Educación para la Ciudadanía, el de la persecución religiosa, el de la economía...
No parece el mismo mundo. No parecen al mismo nivel, el del dueño de la tienda de ultramarinos y el que me dibujan los noticieros.
Y siempre siento que nado entre ambos. Los dos son reales, pero me parecen distintos.
El autobús de vuelta es más mundano. Son las 4 de la tarde y me duermo sin pudor, sin remedio y sin roncar, espero.
El embarazo y mi ceporrez natural hacen el agosto conmigo a esas horas.
La tienda sigue ahí. Abrirá por la tarde. Su dueño estará comiendo en su casa, con su mujer. Con su familia.

miércoles, 5 de enero de 2011

El Espíritu Santo y las cosas de la vida

Ante mi soledad trabajadora-diaria (sola en un despacho, pocos compañeros y además, poco comunicativos...), y ante mi imparable diarrea verbal, ahogada por mí misma a batacazos porque no me dejo ni a mí trabajar tranquila...
Tengo que comunicarle al mundo, que el Espíritu Santo sabrá lo que hace, pero que ciertamente se manifiesta a los más pequeños, humildes y sin medios.
Y seguro, seguro, que salen cosas buenas. Qué ironías tan finas tiene El de Arriba. Es genial.
He dicho.

martes, 4 de enero de 2011

Yo quería...


... dedicarle a mi paciente marido esta viñeta. ¡Feliz Año a todos y feliz convivencia parejil! (o solteril, que convivir con uno mismo tampoco es nada fácil)

lunes, 3 de enero de 2011