miércoles, 26 de junio de 2013

Hoy soñé...



Yo no sé qué pensará cada uno si cuento por ahí que cada poco sueño con Santa Teresa. No sé hasta qué punto dice nada bueno de mí, porque la gente obsesiva a mí me da entre repelús y miedito, así que sólo tengo en mi defensa que la santa de Ávila sólo se me aparece en sueños y que yo esos no los puedo controlar. A diario, en mi vida cotidiana, a veces pienso en ella; pero como cualquiera podría hacerlo sobre alguien a quien admira, con normalidad.
Hoy el sueño fue tan emocionante y extraño, que se me ha ocurrido contarlo por aquí. No es que se me olvide el blog, no es que no lo tenga en cuenta. Es que los estados de ánimo son variables y el tiempo limitado. Y... cosas.
Pero voy a mi sueño. Entraba por casualidad y con algún amigo o conocido en un convento de Carmelitas. Estaba allí tranquilamente, hasta que no sé por qué motivo, entro en una habitación y de repente comprendo que las monjas que habían vivido allí, desde los comienzos del monasterio, no habían muerto, sino que seguían allí. Realmente estaban muertas, pero vivían (sí, ahora que lo pienso, como zombies). Las tenían escondidas en una zona aparte, donde nadie de fuera podía entrar ni podía jamás saber que estaban. Pero yo entraba, y un montón de monjas con un aspecto espantoso aparecían delante de mí, y me hablaban, y yo hablaba con ellas porque, aunque realmente su aspecto daba miedo, a mí no me lo daban.
Entre ellas, estaba Santa Teresa. Me gustaba hablar con ella y del sueño no saqué ninguna frase para la posteridad (ojalá, pero todo es más simple). Tan sólo me decía que aunque daba miedo, si me enseñaba su aspecto real aún me asustaría más. Ahí se acababa el sueño.
Sonó el despertador y lo puse para que me dejara seguir soñando cinco minutos más. De hecho, he perdido mi autobús y he llegado 15 minutos tarde al trabajo por culpa del sueño. Ha sido tan emocionante y distinto que no se me olvida.
Y sobre mi afición a Santa Teresa... no le encuentro mucha explicación. Yo nunca he sido gran fan de nada ni he seguido con emoción desmedida a nada en concreto. Pero sí que es verdad que he leído obras de Santa Teresa y siempre me ha llamado la atención su libertad interior, su fortaleza y personalidad, y sobre todo, la manera casi familiar en la que hablaba de Dios. De hecho, mi hija (que hoy justamente cumple 2 años ¿casualidad?) se llama Teresa por ella, y porque me parece un nombre de "gran mujer". Después de María, claro. Es nombre de mujer recia y fuerte, nombre castellano que no se anda con tonterías, que tiene salero y representa todo lo que yo admiro.
Lejos de querer pensar cosas raras, yo estoy convencida de que a veces los sueños quieren decir mucho más de lo que parecen. Yo misma he tenido sueños premonitorios, sueños en los que se me quería decir algo (mi abuelo, fallecido, apareció en uno de mis sueños pidiéndome que rezara por él, pues se había muerto muy triste), y sueños que me han demostrado que hay cosas que yo creía resueltas y olvidadas en mi vida y me han demostrado que no son así. Las cabezas son un misterio. Pero es bonito a veces querer ahondar un poco en ello. Termino con una frase de Antonio Muñoz Molina, en "El jinete polaco": "Entendió que no existe el olvido, y que la única verdad, desalojada por él mismo de su conciencia, se había refugiado en sus sueños, donde ni la voluntad ni el rencor podían alcanzarlo".
Nunca se me olvidará.
Parece que los sueños son lo más libre que tenemos.