jueves, 15 de julio de 2010

Hoy la ciudad huele distinto


Llevo toda la tarde con la misma sensación detrás de la oreja. (Como la mosca).

Nunca me hubiera atrevido a decirlo en alto, pero tenía a mi marido al lado, y no he podido reprimirme. Además, ¿por qué no iba a decírselo?

Asomada a la ventana del salón, salí a comprobar una vez más si la sensación seguía ahí, después de tantas horas.

Y sí, ahí seguía.

-Cariño, huele genial.

-Ajá.

-¿Por qué no te asomas?

-No, ya huelo desde aquí.

-¿Sabes a lo que huele? -le dije, aspirando una vez más, y comprobando que era totalmente cierto lo que le decía.

-No, ¿a qué?

-A libertad.

Me mira, sin pestañear:

-No te flipes.

(Esto último de "no te flipes" lo copiamos de una prima mía adolescente, y nos lo decimos mutuamente cuando vemos que puede encajar, porque, dicho con la entonación correcta, suena bastante humillante).

Vuelvo a aspirar. Huele tan bien que no puedo evitar hacerlo una y otra vez. El aire húmedo y perfumado me envuelve. Aunque no me encuentre en mi mejor momento emocional, el olor me invade y me llena de bienestar, me aporta tranquilidad.

-¿Sabes lo que estoy pensando?

Se sonríe y me contesta:

-Ni idea.

(Evidente, podría estar pensando cualquier cosa y ninguna normal).

-Que momentos como éste conforman la felicidad de una vida.

Vuelve a mirarme:

-Sí, yo mirando coches, tú oliendo... es genial.

Yo vuelvo a oler. Creo que lo que sucede es que va a llover, y la tierra, además, desprende un olor maravilloso. Es el olor a tierra más dulce que he olido jamás. Y siento que huele a libertad porque me hace salir de mí misma, reaccionar, darme cuenta (como cuando tengo un problema y me da por mirar al cielo), de lo enorme que es el mundo, y que está lleno de variedades, de caminos, de personas diferentes.

Así huele la libertad para mí. A inmensidad. Y por lo que parece, a tierra que se prepara para la lluvia.

4 comentarios:

El duende que camina dijo...

Con todo el cariño para tu marido (creo que en este sentido se parece mucho a mi mujer), tiene (tienen ambos) menos sensibilidad que una anchoa. Hay ocasiones en las que te paras, y descubres que hay algo más que lo que aparentemente se ve, como que hay algo por debajo de todas las cosas que hace que haya un orden, que hace que todo vaya bien, y te da la sensación de que todo está bien, de que todo es correcto. Y si se te ocurre compartir esto, la respuesta más afín puede ser más o menos como esta: “Sí, sí, claro,… Por cierto, ¿qué hora es?; tengo hambre”. En fin, lo dicho, menos sensibilidad que una anchoa.

Historias del Metro dijo...

jajaja... una anchoa? bueno... mi marido se parece a una anchoa en que es muy salao!
efectivamente, sucede muchas veces que el contrario es justo nuestro polo opuesto. En mi caso es así, y por lo que veo, en el tuyo también. Pero lo cierto es que mientras yo huelo la tierra de mi jardín, mi marido consulta las facturas. Esto último, muy poco poético, pero a mí me permite seguir en mi propia nube, escribiendo y oliendo a libertad.
A él le gusta que yo sueñe, y me dice que así "despega un poco los pies del suelo". Y a mí me gusta que él me mantenga unida a la tierra por un hilito, como se sujeta a veces a los globos.
Seguro que tu mujer hace las veces de hilito... no?

El duende que camina dijo...

Bueno, efectivamente ella es más de aquí abajo que de allí arriba. Aunque el planteamiento que haces me parece un tanto… polarizado. Lo digo en el sentido de que no por poder admirar esa dimensión “que no se ve” de la vida implica que vivas en las nubes. ¿Sabes Historias? Hace tiempo me dijo una persona muy querida que en la vida había que saber mirar. Hay que saber mirar lo que ocurre a nuestro alrededor, a las cosas, a la naturaleza,… a las personas. Y en esa forma distinta de mirar descubres muchos aspectos nuevos de la vida, muestra de la riqueza inacabable que posee (a lo mejor precisamente es lo que tú haces con tu blog). Y como decía al principio, no por poder acceder a esa dimensión de la vida como más espiritual te tienes que olvidar de las cosas de aquí abajo. ¿Es que por ser más espiritual es menos real? Ahora bien, estoy totalmente de acuerdo en que no debemos elevarnos místicamente en la búsqueda del fundamento cosmológico del uno-todo que decían algunos. Pero tampoco sólo con los pies en el suelo. Sería insoportable, ¿no?

Luis y Mª Jesús dijo...

Es una fortuna ser capaz de percibir momentos mágicos, olores embriagadores.
Voy muy deprisa por la vida y me pierdo mucho, pero hace una semana en Medjugorje, en medio de más de 50.000 personas, en su mayoría jóvenes, tuve los tres días la sensación de estar sola adorando al Santísimo. Lo curioso es que el segundo día Isabel me pidió que la avisara si se despertaba la niña porque tenía miedo de no darse cuenta y Manuel -17 años- me comentó sorprendido lo bien que se encontraba mientras adoraba al Santísimo y se oían solo los grillos. ¡Más de 50.000 personas en una explanada de tierra y piedras y se oían los grillos!.
Recé por vosotros.
Un abrazo