viernes, 11 de junio de 2010

Desde la cuna

El otro día leía en algún sitio que un padre de familia había afirmado que "a rezar se aprende desde la cuna". Y me hizo gracia ver que somos muchos los que pensamos así. Por una de mis mejores amigas, una madre con una sensibilidad con la que me identifico plenamente, siempre tuve conciencia de que el momento de irse a la cama podía ser un momento muy especial, si los padres se lo preparaban bien. Por eso, adaptado a mi forma de ser, o más bien, a la forma que vamos configurando mi marido y yo en los poco más de dos años que llevamos casados, siempre he intentado que la noche fuera especial para María.
La música siempre está presente en el baño; los cuentos, las bromas, las risas... son otras cosas que siempre intentamos que estén. Poco a poco, cuando María vaya soltándose un poco más y pueda seguir el argumento de los cuentos, sé que empezaré a inventarme historias sobre la marcha, para estimular su imaginación y de paso ir educando.
Además de todo esto, justo antes de irse a la cama, incluso cuando la niña era una recién nacida, yo me encerraba con ella en la habitación y rezaba con ella las oraciones que hoy, 19 meses después, ya se han convertido en un clásico, eso sí, corregido y aumentado.
Porque ahora, ya en nuestro "hall" definitivo (digo yo), tenemos una Virgen con un Niño frente a la que nos colocamos los tres y frente a la que rezamos. Con el tiempo me he dado cuenta de que podemos dar un poco de rienda suelta a la imaginación y con toda la intención del mundo, he "introducido" las peticiones a San José, a la Virgen, al Sagrado Corazón de Jesús... Y aprovecho para hacer un repaso del día en familia, lo cual es una bomba, porque salen a relucir perdones por aquí y por allá, y agradecimientos, y detalles de cariño entre mi marido y yo (porque la peque no hace más que asentir a todo, lo cual es encantador).
Yo sé que hay muchas familias que hacen este tipo de cosas, pero como a mí me ayuda el escuchar algunas experiencias, he decidido compartir la nuestra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nosotros teníamos (sigue estando) una Virgen en el pasillo, donde rezábamos las tres avemarías de la noche desde pequeños, siempre te ayudaba algún mayor. Yo rezaba con las dos que me siguen, porque somos "las tres pequeñas", y rezábamos uno cada una. La última frase de mi padre siempre era "a rezar, a hacer pis y a la cama", y se ha convertido en una de sus frases antológicas; tanto que, cuando viene alguna de mis sobrinas a dormir a casa, le sigue diciendo lo mismo.
Eso y el ofrecimiento de obras con mi madre nada más poner el pie en el suelo, es algo que ayuda siempre a no olvidarse de lo importante.
Ah! y en Navidad rezábamos por la noche en el Belén, y dentro del Portal había unas piedras de caramelo. Hacíamos un pequeño examen de conciencia, y si nos habíamos portado bien, pedíamos permiso para coger una. Daba vergüenza que te dijeran que ese día no la merecías...
Ea, esa es mi experiencia como hija...

Historias del Metro dijo...

Gracias por tu bonito testimonio! Yo también suelo hacer el ofrecimiento de obras con María