jueves, 24 de junio de 2010

Problemas de ayer y de hoy


En Gijón o en Madrid, en todas partes me encuentro con los mismos problemas. Unos, sospecho, no tienen edad. Ejemplo: Unos recién casados con una casa recién comprada y un embarazo recién... embarazado, no tienen un duro. Como es el caso de mi amiga Isabel. Pero la ilusión, creo yo, suple los huecos de las paredes sin muebles ni cuadros, y la habitación del bebé fabricada con restos, préstamos que han pasado por varios sobrinos... y el tiempo y el buen gusto, afinado por la necesidad, irán haciendo lo demás.
Otros problemas, como el que me comentaba el otro día Carmen, madre de dos niñas pequeñas, son más de estos años que nos han tocado vivir. "No quiero que mis hijas me las eduque una señora". Muy bien. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero cuando los niños vienen seguidos, son pequeños, y necesitas seguir trabajando... en parte porque necesitas el dinero, en parte porque adoras tu profesión y piensas que puedes ser útil... Entonces se impone la "gran duda del siglo XXI" (cómo me gusta exagerar): ¿guardería o señora?
La guardería es un recurso maravilloso, pero muchos piensan que es más adecuada a partir del año o año y medio, que el niño es más autónomo, está más formadito y parece menos "frágil". Además, algo importante, ya puede caminar. La señora, en cambio, es otra solución, aunque más cara, eso sí, pero quizá la más adecuada para cuando tienes que abandonar a un bebé de 4 meses durante 8 horas (en el mejor de los casos) todos los días.
Primer problema: ¿cómo me fío yo de una señora que viene, muchas veces, de otros continentes, con otras culturas... por mucho que sea cariñosa y me guste, a priori, cómo trabaja?
Segundo problema: ¿Cuando tu hijo mayor tiene dos años, y el siguiente, por ejemplo, es un recién nacido... pagas una guardería y una señora? ¿Cuánto puede llegar a costar eso? Muchas veces casi un sueldo entero.
Ante este problema, con tan sólo dos niños tengo amigas, como Mariajo, que se están planteando pedir una excedencia hasta que los peques puedan ir al cole. Pero las cosas no están como para pedir excedencias, porque puedes encontrarte con "la excedencia definitiva" en tu trabajo, o la sorpresa de encontrarte con un puesto inferior a tu vuelta, o... ¡tantas cosas!
Muchas madres se pegan el atracón de unas oposiciones, o simplemente buscan un trabajo de media jornada que les permita criar a sus hijos estando presentes en el hogar.
Un día leía una entrevista a una de las actuales Ministras, que tiene un par de hijos en plena adolescencia, que en su familia "se habían acostumbrado a no llamar más que en casos de extrema necesidad, y a comunicarse vía internet entre el padre, la madre, y los hijos". Allá cada cual, a mí no se me ocurre una manera más fría de vivir la vida en familia.
Me contaba mi amiga Amparo que una compañera suya de trabajo le había dicho que "se notaba que era una madre muy presente". Y ella me comentaba: "no podían haberme dicho mejor piropo".
Yo creo que hay que estar. Por supuesto no es necesario vivir pegados a los hijos. En un par de años ellos ya necesitan su autonomía y sus horitas de estar con otros nenes. Pero, hay que estar. Para conocerles, para tratarles, para hablar con ellos, para educarles... Es un sacrificio fuerte, es un cansancio fuerte, también. Es una renuncia de tu propia formación profesional, en muchas ocasiones. Pero son etapas. Llegarán otras en las que quizá nos sobre el tiempo, y será entonces cuando podamos hacer todo aquello que no hemos podido hasta entonces.
Así lo intento vivir yo, aunque África siga llamándome a gritos, y tantas cosas que estaban ahí, y ahora no. Pero merece la pena.
Ahora que cada vez más amigas van teniendo niños, veo que me encuentro con los mismos problemas en todas partes. Todos vamos teniendo los mismos quebraderos de cabeza. ¿Cómo compaginar trabajo e hijos?

1 comentario:

Eva dijo...

La conciliación laboral y familiar es uno de los retos de las familias de hoy. Me ha gustado tu post.