miércoles, 12 de septiembre de 2007

Mi abuela y yo

A mi abuela siempre le gustó hablar. Pero de un tiempo a esta parte está muy triste y cuando la llamo por teléfono me "despacha" en cuestión de minutos.
Sin embargo, nuestras conversaciones, salvo raras excepciones, comienzan siempre de la misma manera. Es como una especie de ritual secreto entre nieta y abuela, aunque nunca hemos hablado de ello. Tampoco se trata de nada excepcional. Simplemente, cuando la llamo, le digo, medio cantando: "¡Hola, abuelita!", y ella me contesta con la misma entonación: "¡Hola nieta!", entonces yo le pregunto: "¿Qué tal?", y ella me contesta: "Bien ¿y tú?".
Y así un año tras otro. Cuando noto que me quiere cortar, empiezo a hablar más rápido, para ver si algo de lo que le cuento le interesa y se queda más ratito al otro lado del teléfono. Pero ya casi nada le interesa.
Cuando colgamos, la imagino en su sillón, mirando la televisión, como hace todos los días. La imagino haciendo zapping, con ese mando que ella maneja sin mirar, pasando de un programa a otro, enterándose perfectamente de lo que hablan, pero sin querer hacer caso de todo ello. Quizá sólo quiere hacer ruido para que las tardes se parezcan a aquellas otras tardes cuando tenía a diez churumbeles corriendo a su alrededor.
La imagino con el rostro sin expresión, pensando quién sabe qué. Recordando quién sabe a quién. Y sólo deseo que sea eterna.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vengo de visita, desde lo de Don Enrique pero me quedo porque me han gustadp las "historias del metro". Y aunque la de la abuela no tenga que ver con él, me ha prendido porque me ocurre lo mismo pero con mi abuelo.

Ludmila Hribar dijo...

Tambien yo vengo de Don Enrique! Fijate si te está promocionando;) Yo he conocido muchos viejos pero son pocos los que se siguen interesando en todo y muy privilegiados los que viven a su lado! Algunos se van apagando de a poco, otros siguen brillando y de repente se van como pasa un cometa...
Me gusta como escribes!