viernes, 5 de noviembre de 2010

Libertad (mi palabra favorita)



Ayer hablaba con una persona sobre "la fe".
Me decía que le preocupaba casi en exceso la muerte, una idea que tiene metida en la cabeza desde pequeño, y aunque me consta que esta persona se esfuerza por rezar, por estar cerca de Dios, él mismo afirma que siente envidia de quienes tienen la certeza de que Dios existe.
Esta mañana volvió aquella conversación a mi cabeza. En el momento le dije que lo que tenía que hacer era "pedirle al Señor que le diera el don de la fe".
Sé que es un don. Porque yo antes no lo tenía, y después me fue concedido.
Aún recuerdo, tenía yo apenas 21 años, cuando, entre medio llorando y entre hipidos, le decía a un sacerdote que "yo no tenía fe". Le decía que mi cabeza no estaba bien, que era incapaz de creer en Dios, que todo me parecía un cuento chino... Pero que yo quería creer. Me daba tanta envidia de aquellos que lo miraban todo con esos ojos transformados...
Aquel sacerdote me hizo comprender eso "del don". Que es cierto que suena a "unos cuantos elegidos", y hasta toca un poquito las narices cuando te sientes excluido de ese "selecto grupo". Más tarde pude comprobar que de "selecto" nada. Que un Padre no te va a dejar sin ese regalo tan grande, que por otro lado Él es el más interesado en que lo puedas disfrutar.
¿Qué es tener fe? Esta mañana, delante del Santísimo, me lo pregunté. ¡Y lo vi tan claro! Recuerdo perfectamente (cómo olvidarlo) aquel momento que cambió mi vida:
Él no viene y te dice "es cierto, existo". Qué va. No.
Tú le hablas, y no ves nada.
Le pides "Señor, ayúdame", y todo sigue como estaba.
Le miras, le observas, te distraes y lo vuelves a observar.
Y de repente, como si hubiera venido por detrás, como si quisiera sorprenderte (que lo hace), algo dentro de ti te dice con toda claridad "Eres preciosa a mis ojos".
Y el susto es tan morrocotudo que te incorporas y miras a tu alrededor.
¿Qué ha sido eso? ¿Lo he oído de verdad? ¡Claro que lo he oído de verdad!
De repente, toda tu vida da un giro de 180º. Nada vuelve a ser lo mismo.
Comprendes de una forma espontánea tantas cosas que hasta ahora habías visto borrosas... como si realmente se te quitara una venda de los ojos.
No puedes explicarlo fácilmente con palabras. Pero lo sabes, porque lo has sentido.
¿Cómo negarlo ahora? ¡Yo lo viví!
Es cierto. No me convertí en una santa a partir de ese momento. Seguí siendo la misma desastre en tantas cosas. Seguí teniendo los mismos caprichos y los mismos "enfurruñamientos" por tonterías, según el día.
Pero mi vida había dado un vuelco porque me sentía profundamente amada. Y ya nada volvió a ser lo mismo.
Una especie de "efecto secundario" a tal experiencia fue una sensación de libertad, que ni una sesión de Puenting, o una caída libre con paracaídas, ni absolutamente ninguna experiencia bestial podría haberse equiparado.
¡Era libre! El mundo era maravilloso, amplio, válido, positivo. Si Dios me quería tan apasionadamente, sin condiciones, a mí, que realmente soy una mierdecilla... Todo merecía la pena.
Por eso no puedo dejar de pensar en que la persona con la que hablé ayer, también podría vivir esto que yo tuve, y que tantas personas pueden disfrutar, porque quieren.
¡Pídelo, amigo mío! No te arrepentirás. ¡Pídelo con ardor, con pasión y absolutamente humilde y necesitado! Tu vida cambiará de tal forma, que notarás que no hay nada comparable en este mundo.
Lo demás, la verdad... El gobierno, el paro, los problemas cotidianos, los apellidos del padre o la madre, Rubalcaba y la falta de sueño de María, el trabajo, los "mail incendiarios", los compañeros insolidarios, los contratos temporales...
Todo eso, al final, pasa. Ésto otro, no.

4 comentarios:

Mar dijo...

Bonita entrada.
Saludos

Anónimo dijo...

Me ha encantado la entrada.
Yo también me convertí hace unos años. Fue impresionante. Pero llevo ya un tiempo que parece que he vuelto a perder ese tesoro de la fe. Te pido que reces por mi.
Me gusta tu blog. Te leo siempre que escribes.
Un saludo desde Andalucía.
Miriam

Pollo con almendras dijo...

Debo reconocer que cuando veo una entrada muy larga inmediatamente cierro la ventana y no la leo.

Por alguna razón no lo hice con esta y no me arrepiento.

saludos!

Miriam dijo...

Yo también quiero "oir" que me llama "Preciosa"
Gracias pro el testimonio