miércoles, 13 de octubre de 2010

Un nuevo amigo

Lo que más echo de menos de Madrid son mis amigos. La verdad es que dejé muchos, tantos, que aún me duele recordar tantas vivencias, tantas salidas, tantas alegrías.
Es cierto que también hubo disgustos y soledades. Pero ¿quién quiere acordarse de lo malo? Todos me dicen que soy una idealista, pero es así como recuerdo e imagino las realidades. De caerse de las nubes, siempre hay tiempo. Nunca sabré agradecer tantos regalos como tuve en mis 10 años madrileños.
En Asturias, la cosa va más lenta.
Mis amigas de la infancia, que aún siguen siendo mis amigas (desde los 4 años, que ya llovió), seguimos estando unidas, queriéndonos mucho... pero la vida va deparando a cada una un destino diferente.
La única que tengo una hija soy yo (al menos de momento), y eso hace que mi ritmo "social" haya disminuído considerablemente. Eso, y mi armario. Ahora estoy casada, tengo una hipoteca, y ya no poseo toda la colección de Massimo Dutti y Zara. Mecachis. Además, no sigo las series de televisión, y eso sí, me sé las canciones de Cadena 100. Aún soy periodista, no he abandonado la vida moderna tan pronto. Al menos estoy informada.
Pero de quien yo quería hablar, a falta de encuentros en en Metro (el origen de este blog) es del nuevo amigo que tengo en el trabajo.
No es un amigo al uso. Probablemente nunca quede con él para tomar un café, y de hecho, no creo que nunca nos contemos grandes confidencias. Más que nada porque no oye un pimiento, por mucho que mi compañera (que le conoce desde hace 40 años), le diga que tiene que ponerse "el pinganillo".
Y es que mi nuevo amigo (vale, "proyecto" de amigo), tiene nada menos que 86 tacos.
Y se viene todas las mañanas caminando, haga sol o caigan chuzos de punta, hasta mi trabajo. Es, digamos, algo así como un "jubilado" de la empresa. Allí entrega a todos los trabajadores un ejemplar del diario gratuito "Qué!", y echa una parrafadina con nosotros. Ya sé muchas cosas de él, pues le tiro de la lengua y el hombre, encantado de que le den conversación, cuenta despreocupado cosas de antes.
Es simpático, cariñoso, bromista... adorable. Y al mismo tiempo tiene un punto infantil que me enternece. Busca su "rutina", como la busca mi hija. Su gente que le quiera, sus pequeñas sonrisas cotidianas.
Me resulta curioso que, casi nada más llegar, haya tenido la suerte ya de conocer a una persona tan inolvidable como él.

2 comentarios:

Miriam dijo...

Suerte de conocer a esa persona pero también capacidad para "reconocerla"
Entrañable post. gracias

Luis y Mª Jesús dijo...

En Oviedo trabajade periodista la hija de una gran amiga, la quiero como si fuera sobrina mía. Espera para Navidad su segundo hijo, creo que va a ser niña, y tiene otro como tu pequeña.

Esta tarde he visto la película :Mis tardes con Margarita", tu entrada me ha recordado su argumento.
Un abrazo