miércoles, 6 de octubre de 2010

Juguetes de nuestros días


Ayer me levanté con la noticia de que en España, el documental Blood Money, se ha recomendado en los cines tan sólo para mayores de 18 años. Y eso que no contiene imágenes explícitas de abortos ni bebés destrozados o quemados. (En todo caso yo sí que soy partidaria, aunque resulte tremendamente desagradable e impactante, que aquellos que están a favor del aborto vean esas imágenes. Después, que juzguen por ellos mismos). Osea, que las niñas pueden abortar, pero no pueden informarse sobre el hecho en cuestión. El asunto es tan escabroso, y la falta de libertad es tan alarmante, que me quita la paz. ¿Cómo podemos seguir viviendo, caminando, riendo... mientras asistimos a un genocidio tan brutal?
Esta mañana echo un vistazo a los periódicos. Una madre pega con cinta aislante a su hijo a una pared. Encima vemos las fotografías del pobre bebé, de 22 meses, con la cara pixelada por los periodistas, ahí pegado, con saña, con locura. El niño tiene la edad de mi hija. La imagen me deja conmovida y no se me va de la cabeza.
Otra mujer, en Colombia, da a luz en la orilla de un río y abandona a su hijo ahí mismo, pues "es fruto de un pecado". Al parecer la pobre mujer se quedó embarazada de una relación extramatrimonial y, como no estaba casada, decidió abandonarle. Ella pertenece a la Iglesia Pentecostal y ha querido seguir al pie de la letra lo que dice la Biblia. Al día siguiente acude al lugar, por si puede enterrarle, y ya no le encuentra. Le dice a la policía que "se lo habrán comido los perros". (Gracias, Señor, por haberte conocido en toda tu grandeza de Padre. Haga lo que haga, cometa los errores que cometa, lo más importante para ti siempre seremos nosotros, nuestro bienestar y nuestra felicidad, como todo padre quiere para sus hijos).
También he oído varias noticias por la radio. En una, unos padres asturianos piden ayuda desesperada para poder concebir a un bebé que pueda curar la enfermedad de su hijo. Lo oía mientras caminaba por las calles de Oviedo, cuando aún no había amanecido y tan sólo se escuchaban los tacones de las mujeres que, (siempre arregladísimas, esto es Oviedo), iban apresuradas a su trabajo. Pensaba en el bebé que podría ser concebido de esa forma tan utilitarista... Y pensaba también, cómo no, en esos padres que están sufriendo tanto, viendo a su hijo enfermo. ¿Qué haría yo en su lugar?
Finalmente he escuchado que ya pueden ser inscritos en el Registro Civil los hijos nacidos de vientres de alquiler. En España esto aún no es legal, pero veo que nos queda más bien poco. Pobres niños, pobres vientres de alquiler, pobres padres.
En fin. Hoy ha ido la mañana de niños. Lo más delicado de este mundo, lo que más debemos proteger, lo más débil, y lo más influenciable que tenemos en nuestras manos... los niños. Y parecen ser, cada vez más, moneda de cambio, juguete, antojos, adornos... y hasta presa de nuestras iras.

3 comentarios:

Miriam dijo...

una entrada muy completa, con muchos datos. Para pensar. Tanta incoherencia
A otro nivel, recuerdo cuando después de oir a esos que defienden el aborto diciendo que lo hacen por el bien de la mujer, me contó una compañera de su cuñada que había abortado Nadie se preocupó de ella después del aborto, de acompañarla, de hacerle un seguimiento. Tuvo que acudir al médico-psicologo de la empresa.

Lo venden como una preocupación por las mujeres (que tampoco valdría) y les da absolutamente igual.

Pollo con almendras dijo...

Gracias por tus palabras.. aunque no son muy esperanzadores los datos, es muy esperanzador saber que hay gente que se preocupa y se conmueve por ello.
De verdad, gracias.

Luis y Mª Jesús dijo...

Acabo de oir en yotube "Testimonio de una Mujer que abortó". Es tremendo, ¡pobrecilla!.
Estoy deseando ver la película. No me extraña que pongan trabas.
Las contradicciones del mundo moderno:
- Se puede abortar siendo una niña pero no es conveniente que la niña sepa lo que ha hecho y, menos aún, informarla sobre lo que va a hacer.
- Se ve con normalidad matar a un ser humano para salvar a otro.