lunes, 8 de diciembre de 2008

Bajo su manto

Estoy en Granada desde hace varios días. Mi marido es granadino. Decidimos bautizar aquí a María, en Nuestra Señora de las Angustias, la patrona de la ciudad.
La Iglesia en sí es muy andaluza, recargada y muy bonita. Para los del norte, como yo, tiene un sabor especial: no es común para nosotros entrar en una Iglesia por un patio donde hay una fuente, flores y más flores, colores y velas, y siempre alguien rezándole a un Cristo rodeado de exvotos.
El bautizo en sí fue entrañable. Un sacerdote simpático y cariñoso al que no conocíamos presidió el acto, y María fue bautizada junto con tres niños más, dos Álvaros y una Sofía.
Quizá podría haber sido algo más íntimo, con un sacerdote amigo, en otra parroquia y para María sola. Pero la culpa fue mía: se me puso en el moño que allá donde la niña fuera bautizada, lo sería en la festividad de La Inmaculada, y en la Iglesia de la patrona de la ciudad. Si hubiera sido bautizada en León, habría sido en La Virgen del Camino, donde yo misma me bauticé.
Pero fue en Granada, y fue precioso.
Se nos olvidó la concha de plata que el padrino le regaló.
Se nos olvidó el agua del Jordán que había traído su abuelo desde Tierra Santa.
Y diez minutos antes de salir de casa, a María se le ocurrió ponerse a hacer sus necesidades con un ímpetu nunca antes conocido. Tanto fue así, que acabamos metiéndola a remojo en el lavabo, de urgencia. Ella debía de encontrar aquello la mar de divertido. Pero tenía a sus tías, a sus abuelas y a sus padres, entre el ataque de pánico y el de risa.
Al final, con una María más relajada de lo normal, llegamos a la Iglesia previo aviso de nuestra tardanza al sacerdote.
Iba preciosa. Una de mis tías había guardado el traje con el que a ella misma la habían bautizado, hacía 50 años. Ya no se ven trajes así. Está entero bordado a mano, la tela, según mi madre, es de "organdí suizo" y el encaje de nosequé. Se lo había regalado su madrina, y esperaba, guardado, a que hubiera un nuevo bautizo en la familia.
En realidad los otros tres niños también iban adorables. Pero María llevaba un vestido con historia, y para mí eso ya es especial.
Al finalizar el bautizo, es costumbre en esta parroquia que los niños sean pasados bajo el manto de la Virgen. En una catequesis el día anterior, el párroco había insistido varias veces en que no debíamos dejarnos llevar por la superstición: el manto de la Virgen no es mágico.
Pero yo pensaba para mí, que no quiero magia para mi hija, sino mucho amor.
De mayor le contaré que la Virgen la cubrió con su manto desde antes de tener un mes de vida. Y yo sé que, por muchas vueltas que dé, eso siempre quedará ahí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que post tan bonito te ha quedado. Me alegro x el bautizo de María.
Saludos

Anónimo dijo...

Claro que si MAria, eso es lo mas importante. Te cuento como intimidad que todos los dias, pido a la Virgen que meta a mis tres hijos bajo su manto. Le digo: " ahi, bajo tu manto azul, que est�n siempre, bajo tu protecci�n, y a tu verita.
Me alegro de que todo fuera muy bien y en Gran� ahi, que bonito.
Es que Andalucia, tiene magia y es preciosa. Queu te voy a decir yo.Un beso
Paty

Luis y Mª Jesús dijo...

Felicidades a esa nueva cristianita y a sus papás. Me encanta Granada, pero recuerda que tenías ganas de venir al frío de León. Este año no hay luces en nuestra ciudad, supongo que será la crisis, pero esta bonita como siempre.
Ya podías colgar una foto del bautizo. Yo también bauticé a los míos con el mismo faldón que me bautizaron a mí, y a la nietecita también.
Un beso desde el frío de tu tierra
María Jesús