domingo, 22 de junio de 2008

Mi primera mejor amiga

Se trata de mi primera mejor amiga... A mí me gusta llamarla así... aunque uno tenga muchos amigos, siempre hay una persona, sobre todo cuando eres pequeña, de la que piensas que es "tu mejor, mejor amiga", aquella que nunca te falla, esa que siempre te espera y con la que te sientas en las excursiones.
Es la primera. Ha habido más, sobre todo porque yo no he sido de esas que tienen siempre novio, y lo cierto es que gracias a ello he hecho muchos amigos a lo largo de la vida.
Pero sólo ella es la primera. La primera amiga que hice en la guardería, y que aún conservo. Teníamos cuatro años. Compartimos aquel lugar horrible donde siempre nos amenazaban con llevarnos al cuarto de los ratones, y después compartimos nada menos que 13 años de colegio de monjas. La etapa, quizá, que recuerdo con más nostalgia en mi vida.
Mi primera mejor amiga está un poco loca, como yo. Yo nunca elegiría como primera mejor amiga a una chica aburrida. No.
Nos queríamos tanto que nos escribíamos cartas en las que nos decíamos que de mayores viviríamos juntas. Si cierro los ojos aún podría ver aquella carta, escrita con letra temblorosa de niña de seis años.
Hoy, ella es una importante pianista. Yo, soy una importante futura madre de baja, encerrada en un piso de un barrio del norte de Madrid. Un barrio con cucarachas. Aunque creo que eso ya lo he dicho alguna vez.
Hace un año que mi amiga se ha alejado. De mí y de toda la pandilla locatis del cole. La última vez que la vi, ella tocaba un piano precioso en mi boda. No quisimos que su caro teclado, que con tanto mimo y cuidado trajo en coche durante 500 kilómetros, se convirtiera en un órgano. El piano era mucho más original. Y el resultado, no es porque fuera mi boda, fue espectacular.
Hace poco nos escribió un mail a mi y al resto de la pandilla.
Hacía tiempo que no sabíamos de ella, y cuando intentábamos hablar, siempre respondía que estaba pasando por un mal momento, y que necesitaba tiempo. El resto era silencio, silencio, silencio.
En su mail, realmente no dice nada que no nos hubiera dicho antes.
Creo que en realidad fue un grito de auxilio, aunque no creo que esperara ninguna solución por nuestra parte.
Lo cierto es que no la tuvo, puesto que a todas se nos escapan las palabras depresión, vacío, dudas, soledad... No es que no las hayamos experimentado en algún momento. Pero casi seguro que nunca con esa intensidad.
Hoy voy a hablar con ella. La llamaré, y esperaré a ver qué pasa.
Yo soy de las que cree que realmente no está deprimida, sino sólo demasiado perdida. Veremos a ver qué sucede. Si alguien lee esto, que se acuerde de ella...

1 comentario:

Ludmila Hribar dijo...

Me acordarè de ella en mis oraciones. La depresion puede ser terrible aunque estemos acompañados. Nunca la he sufrido, pero he sido testigo de varias.