sábado, 22 de mayo de 2010

Ojalá fuera un caracol


Cuando era pequeña me llamaban mucho la atención los caracoles. Aquello de llevar tu casa siempre encima, y de poder meterte dentro y que nadie te vea cuando no quieres, eso me parecía una gozada, y a medida que me hacía mayor y que mi sentido del ridículo se iba agudizando, más me atraía la posibilidad de convertirme en un caracol.
A veces incluso me daba por imaginar cómo sería la casa de un caracol por dentro. Yo creo que a esto ayudó algún cuento que leí de pequeña con ilustraciones sobre un caracol y su casita. El caracol tiene la ventaja de que puede irse tan lejos como quiera, que su casa siempre estará con él. Podría estar en la cima de una montaña, y dormir en su propia cama... algo que la gente viajera siempre echa de menos.
Podría estar en la India y meterse en su casita a cocinarse unos macarrones sin miedo a pillar una gastroenteritis de caballo.
Podría, en fin, hacer muchas cosas que yo creo que no hacen por lo lentos que son.
Lo de llevar la casa encima tiene sus ventajas. Como ni mi marido, ni mi hija ni yo somos caracoles, al venirnos a vivir a Asturias nos vinimos sin casa. Y esto ha supuesto tener todos nuestros enseres encerrados en una finca de mi familia durante cuatro meses, y estar de ocupas en casa de mis padres durante esos mismos meses, y vivir todo tipo de situaciones extrañas que sólo se pueden vivir cuando de repente se juntan cinco adultos con una niña pequeña en una casa ideada para dos personas.
Hace dos meses que compramos nuestra casa, sin embargo. Una obra interminable nos ha tenido condenados a estar sin ella, pero por fin, por fin, por fin, si el mundo no se acaba (y tengo mis dudas)mañana o pasado nos iremos a vivir a nuestro propio hogar.
Estamos, de hecho, en plena mudanza. Unos chicos estupendos de una asociación leonesa llamada "Nueva Vida" nos hicieron el trabajo. La mayor parte vienen del mundo de la droga. Cobran lo mínimo por trabajar como mulas y siempre con una sonrisa en la boca. Lo suyo es algo así como una terapia ocupacional y como ya les conozco a algunos de un tiempo a esta parte, creo que puedo decir que soy testigo de lo sano que es trabajar.
Dejaré para mañana o pasado los nuevos capítulos de "Mi vida en Orbón". No Borbón ni Bombón. Orbón es una calle que sé que dará mucho juego. Desde mi "ventana indiscreta" ya he podido comprobar que el blog se verá enriquecido con todo tipo de actuaciones estelares en la calle aparentemente más tranquila, pero de hecho una de las más interesantes de todo Gijón. ¿Que no? Al tiempo...

3 comentarios:

Luis y Mª Jesús dijo...

¡Enhorabuena! ¡de estreno!.
He pensado mucho en ti, la situación de vivir con los padres siendo una familia independiente no es viable.

Tal y como son los asturianos tu blog va a ser divertidísimo.
Por cierto, que triste lo de la niña de Angeliana Jolie. Menos mal que no nos tocaron unos padres tan modernos.
Un besazo

maria jesus dijo...

Enhorabuena. Que la disfruteis.

Unn beso

José Antonio Méndez dijo...

Lo malo es que no has contado ninguna de las anécdotas que os habrán pasado a tu marido y a tu hija en casa de tus padres. En Madrid te echamos de menos, pero el nombre de tu nueva calle es tan extraordinariamente literario que, aunque sólo sea para consolarnos de tu ausencia, merecerá la pena tu marcha si la dejas bien reflejada en el blog. Por cierto, aquí hay una orquídea sin flores que pregunta por su mamá, porque su papá adoptivo no ha conseguido arañarle nuevos esquejes a la primavera...