jueves, 22 de abril de 2010

ayer encontré un olor distinto, en una colonia extraña que nunca antes había conocido. Decidí que olía a cambio, a nuevas etapas, y como tantas otras cosas no pude esperar más que un día para hacerme con él.
Muchas veces siento la tentación de creer que las cosas serán distintas si lo superfluo alrededor de mí se renueva, pero al final el resultado es un montón de cosas medio nuevas, o envejecidas sólo a la mitad, y yo misma cansada de buscar lo de siempre.
En su día recuerdo que aquella frase de San Agustín que decía algo así como "¿A dónde iré que pueda escapar de mí mismo?" me abrió los ojos. Y la reconocí, no sólo en mí, sino en tantas personas a mi alrededor que buscaban y buscaban, sin fronteras ni descansos... y cuando volvían se encontraban con el mismo vacío de siempre.
Esto, supongo, es algo así. Uno puede variar constantemente de accesorios; su cuerpo, sus pensamientos y sus amarguras siguen acompañándole, quizá cada vez más ridículos y más evidentes.
Y los sueños también nos persiguen. Gracias a Dios que soy fiel a muy pocas cosas, pero lo poco que tengo me llena completamente.

2 comentarios:

Luis y Mª Jesús dijo...

A mi me pasa lo contrario, soy fiel al supermercado, a las tiendas de ropa, hasta a las calles, me gusta pasar siempre por las mismas calles.
Tengo un exceso de fidelidad.
E el punto medio está la virtud, como en todo.
Un abrazo muy fuerte

Historiasdelmetro dijo...

Mª Jesús, a veces pienso que parte de tu éxito está en ese exceso de fidelidad. Qué envidia de fortaleza y tesón...