lunes, 12 de octubre de 2009

Después de casa

Cada vez que vuelvo a casa de mis padres, la casa que me vio crecer, aunque vuelva con marido e hija, parece que revivo miles de episodios que normalmente dormitan en el fondo de mis recuerdos.
El otro día, por ejemplo, desde la habitación que aún conserva mi pequeña cama de siempre, recordé cómo solía quedarme hasta las tantas con la luz encendida, leyendo, quizá soñando, enredando en cualquier cosa.
Pensaba que lo bueno de ser hija única es que te puedes permitir el lujo de tener miles de vidas paralelas, todas ellas desarrolladas en tu imaginación, sin que nadie sospeche lo más mínimo.
Pensaba en lo fácil que era encerrarme en mi habitación, aquel pequeño universo íntimo, y escuchar programas de radio inauditos y diferentes, aquellos que me hacían sentir transgresora y aventurera... que me hacían aprender mil cosas que luego compartía con unas pocas compañeras, tan soñadoras y locas como yo, en clase.
Pensaba en qué suerte he tenido siempre, a pesar de sentirme vigilada a todas horas,a pesar de sentirme encerrada en una ciudad que yo creía que no podía ofrecerme todo lo que yo "pensaba" que quería...
Qué suerte he tenido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los recuerdos de la infancia marcan...las ciudades también...y eso es bueno...supongo.

Luis y Mª Jesús dijo...

Soñar aventuras es estupendo, vivirlas, como estas haciendo ahora, es mejor, puede que más duro, pero mejor.
Besos