En la empresa de mi marido se quieren quitar de en medio, por lo menos, a la mitad de la plantilla.
Hace meses que lo sabemos. Hace meses que, cada poco, llega a casa con cara de pocos amigos, contándome éste o aquel cotilleo, éste o aquel rumor...
"Dicen que la semana que viene saldrán las listas", me comenta, en la cena, un día. Al poco, le pregunto si hay novedades, y me responde "ahora se dice que hasta diciembre, no dirán nada". Pasan unos días, en los que no se habla del tema, y de repente llega comentándome el último rumor: "en marzo dirán definitivamente quiénes se van de la empresa".
En su departamento, si bien nunca hubo buen ambiente, ahora al parecer el aire se corta con tijeras.
Mucha lista, sí, pero lo cierto es que parece que están utilizando la técnica del goteo. Por eso, últimamente llega diciendo: "se han cargado a dos del departamento de al lado". Ayer, por ejemplo, fueron dos de su propio departamento, y hace media hora, me entero de que han despedido a su jefe. "Estamos sin jefe", me dice en bajito, desde el otro lado del teléfono. Y en seguida me corta. Queda hora y media para que llegue a casa, y no puedo evitar pensar en los cientos de personas que cada día acuden a ese lugar a trabajar. Entre ellos, por supuesto, mi marido. Pero los demás también tienen familia, hijos, hipotecas, sueños atrasados...
La empresa en cuestión es una gran multinacional. Hace dos años era un lugar puntero en beneficios sociales: descuentos en guarderías, en gimnasios... Grupos de todo tipo de deportes, clubes sociales, torneos entre trabajadores, grandes comilonas, cenolas, seguros médicos, inmensas pagas de beneficios... Una vida por todo lo alto.
Dos años más tarde, el silencio, según me cuentan, se mastica entre los pasillos.
Las trabajadoras despedidas lloran; los trabajadores despedidos se quedan en blanco.
Y los que continúan se quedan mirando, entre el miedo y la desconfianza. Supongo que yo lo viviría así... con miedo, con algo de esperanza, con algo de "a mí no me va a suceder", y con algo de escepticismo, de "esto no puede estar pasado".
Pero está pasando, y en muchas familias.
Es una situación que desconocía. No le tengo miedo, y sé que mi marido tampoco. Si sucede, pensaremos que es lo mejor para nuestra familia. Que de todo se sale, que "Dios aprieta, pero no ahoga", y que con menos, también se vive bien.