miércoles, 24 de octubre de 2012

Quiero ser como Dori


Siempre le había tenido cierta simpatía. Dori es el pececillo de la película "Buscando a Nemo" que sufre pérdidas de memoria a corto plazo. Al menos así lo explica ella, literamente, en la película.
Esta peculiaridad le hace diferente, y se ve constantemente metida en situaciones muy graciosas, al mismo tiempo que peligrosas. Porque a esas pérdidas de memoria repentinas se le unen una ingenuidad y un optimismo que, bien mirados, son envidiables.
Como digo, siempre me había caído especialmente bien. Pero este fin de semana nos cogimos el coche los cuatro y decidimos cambiar un poco de aires.
Para sobrellevar el viaje en coche con las peques, que se marean en cuanto ven una rueda a lo lejos, nos llevamos el DVD portátil, con la mala pata que, con las prisas, sólo teníamos una película a mano: "Buscando a Nemo".
Así que me tragué la película con ellas una vez de ida, y otra de vuelta. Y esas dos veces se sumaron a las 4 ó 5 que ya la había visto previamente.
Lejos de morir en el intento, descubrí en la película nuevos matices que me han dado mucho que pensar. Especialmente, me he quedado con la figura de Dori.
Dori es ingenua, poco "inteligente" -según el baremo de muchos-, despistada hasta llegar a lo patológico, inocente... y libre.
Vaga por el océano sin un destino aparente, y de repente se encuentra con Marvin, el padre de Nemo, desesperado porque acaba de perder a su hijo. Juntos emprenden un viaje para encontrarlo, aunque a la pobre Dori se le olvide cada poco el objetivo, y a Marvin le parezca una pesadilla su compañía.
Marvin es todo lo contrario a Dori: es miedoso hasta el extremo, responsable, cuidadoso, apocado. Su pánico a lo desconocido le impide ser libre, y es ahí donde entra el papel de Dori. Porque con su ayuda, Marvin llega a encontrar a Nemo, eso sí, superando el ser comidos por una ballena, salvarse de morir en las fauces de varios tiburones, lanzarse a las profundidades oscuras del océano, y mil aventuras más que Marvin nunca hubiera podido hacer sólo.
No lo hubiera podido hacer sin esa valentía ingenua de Dori, que provoca la risa, pero que, puestos a pensar... cuántas veces nos falta ingenuidad, nos falta ese punto de alegría y de libertad para liberarnos de nuestras ataduras irreales, para volver a ser un poco niños, sin tanto retorcimiento ni caretas que nos esconden. Ese punto de Dori... qué necesario es, y cuánto lo añoro. Una amiga me decía que siendo tan cuidadosos y pasando tan de puntillas por la vida lo que se lograba era hacernos viejos de espíritu.
Maldita vejez amarga, qué rayos haces acechando mi alma!

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