lunes, 28 de junio de 2010

Aprender a querer (amistades)

A veces me da por pensar que algo que puede parecer tan natural no es tan fácil. Conozco amores de todo tipo, amores que matan, amores que agobian, amores en la distancia, amores posesivos, amores descafeinados, amores que nunca fueron amores...
Y no me refiero sólo al amor de pareja, sino también al amor que le profesa una madre a un hijo, o un amigo a otro amigo, por ejemplo.
Porque si los amores de pareja dan para un libro, ¿qué podría escribirse acerca de las amistades o de las familias?
A lo largo de los años, y con toda la gente que he podido conocer, que ha sido mucha (gracias a mi profesión y a que siempre me he apuntado a un bombardeo), he podido hacer muchos tipos de amistades.
Con algunas, he intimado especialmente durante un tiempo. Se trataba de amistades, podríamos llamarlas, de verano, o de circunstancias: campamentos, voluntariados, viajes, congresos... También por mi trabajo pasaron todo tipo de personajes de los que guardo increíbles recuerdos.
Ahora que ha pasado algún tiempo de "sequía", me da por pensar en las diferentes maneras de querer que hay.
Hay gente que desapareció. Nunca más se supo.
Gente que estuvo ahí mientras yo me esforcé en que estuviera.
Y gente que, pasados los años, sigue ahí como el primer día. Que me da sorpresas por teléfono, que se molesta por saber de mí, y que al hablar con ellos, siento que no hay distancias, ni tiempos, ni estados sociales (casados/solteros). Entonces me doy cuenta de que el amor entre amigos es libre y riquísimo. Lleno de buena voluntad, de amnesia para con los posibles fallos del otro, con una pizca de admiración y de cariño por los tiempos que se pasaron juntos.
Supongo que alcanzar tal grado de madurez no siempre es fácil. Y lo digo por la cantidad de gente que conozco que no ha sabido querer, yo misma en muchas ocasiones. Por eso, y porque sigo viendo a mi alrededor este problema, no dejo de pensar que nos pasaremos la vida aprendiendo a querer.

sábado, 26 de junio de 2010

Aprender a querer (parte 1ª)



A veces me da por pensar que nos pasamos la vida entera aprendiendo a querer.
Cuando le daba vueltas a este tema, me acordé de una preciosa canción de Pedro Guerra: "Lazos". No he encontrado el vídeo en Internet, pero aquí está la letra:

Estabas sola, pero tranquila,
cuando te dijo "qué linda estás"
y fue una ráfaga de la vida,
fue una ventana en la oscuridad

y susurrado como en los cuentos
aprovechó tu debilidad,
llovió la lluvia en los cauces secos
y puso un beso en tu soledad.

Como una flor jamás presentida
se hizo el guardián de tu intimidad,
en los balcones ropa tendida
y afuera el ruido de la ciudad

Pero pensando que el tiempo es vela
que se deshace sin avisar
encarcelaste al amor que vuela
con el temor de lo que se va.

Y te entregaste sin condiciones
y te olvidaste quizá de ti
y como dicen en las canciones:
si tú te vas qué será de mí.

Forzaste quizá demasiado los lazos
pensando que en eso consiste el amor
en dar, sin medir, el calor de un abrazo.
Quién sabe qué fue, qué pasó...

Estabas sola pero tranquila
cuando te dijo: "vengo por ti"
"eres la cura de mis heridas
toda la vida que no viví".

¿Y cómo hacer para no quererle?,
¿cuál es el paso que hay que medir?,
¿cuál es el límite de la fuente,
cuál es el tope de la raíz?.

Forzaste quizá demasiado los lazos
pensando que en eso consiste el amor
en dar, sin medir, el calor de un abrazo.
Quién sabe qué fue, qué pasó...
qué paso…

viernes, 25 de junio de 2010

Pregunta



Pregunta para el ciberespacio:
¿Cuánto tiempo puede estar llorando una niña de 19 meses? El partido más largo de la historia del tenis podría convertirse en una simpleza si se dieran a conocer los últimos sucesos que han tenido lugar en Orbón.

jueves, 24 de junio de 2010

Problemas de ayer y de hoy


En Gijón o en Madrid, en todas partes me encuentro con los mismos problemas. Unos, sospecho, no tienen edad. Ejemplo: Unos recién casados con una casa recién comprada y un embarazo recién... embarazado, no tienen un duro. Como es el caso de mi amiga Isabel. Pero la ilusión, creo yo, suple los huecos de las paredes sin muebles ni cuadros, y la habitación del bebé fabricada con restos, préstamos que han pasado por varios sobrinos... y el tiempo y el buen gusto, afinado por la necesidad, irán haciendo lo demás.
Otros problemas, como el que me comentaba el otro día Carmen, madre de dos niñas pequeñas, son más de estos años que nos han tocado vivir. "No quiero que mis hijas me las eduque una señora". Muy bien. Hasta ahí todos de acuerdo. Pero cuando los niños vienen seguidos, son pequeños, y necesitas seguir trabajando... en parte porque necesitas el dinero, en parte porque adoras tu profesión y piensas que puedes ser útil... Entonces se impone la "gran duda del siglo XXI" (cómo me gusta exagerar): ¿guardería o señora?
La guardería es un recurso maravilloso, pero muchos piensan que es más adecuada a partir del año o año y medio, que el niño es más autónomo, está más formadito y parece menos "frágil". Además, algo importante, ya puede caminar. La señora, en cambio, es otra solución, aunque más cara, eso sí, pero quizá la más adecuada para cuando tienes que abandonar a un bebé de 4 meses durante 8 horas (en el mejor de los casos) todos los días.
Primer problema: ¿cómo me fío yo de una señora que viene, muchas veces, de otros continentes, con otras culturas... por mucho que sea cariñosa y me guste, a priori, cómo trabaja?
Segundo problema: ¿Cuando tu hijo mayor tiene dos años, y el siguiente, por ejemplo, es un recién nacido... pagas una guardería y una señora? ¿Cuánto puede llegar a costar eso? Muchas veces casi un sueldo entero.
Ante este problema, con tan sólo dos niños tengo amigas, como Mariajo, que se están planteando pedir una excedencia hasta que los peques puedan ir al cole. Pero las cosas no están como para pedir excedencias, porque puedes encontrarte con "la excedencia definitiva" en tu trabajo, o la sorpresa de encontrarte con un puesto inferior a tu vuelta, o... ¡tantas cosas!
Muchas madres se pegan el atracón de unas oposiciones, o simplemente buscan un trabajo de media jornada que les permita criar a sus hijos estando presentes en el hogar.
Un día leía una entrevista a una de las actuales Ministras, que tiene un par de hijos en plena adolescencia, que en su familia "se habían acostumbrado a no llamar más que en casos de extrema necesidad, y a comunicarse vía internet entre el padre, la madre, y los hijos". Allá cada cual, a mí no se me ocurre una manera más fría de vivir la vida en familia.
Me contaba mi amiga Amparo que una compañera suya de trabajo le había dicho que "se notaba que era una madre muy presente". Y ella me comentaba: "no podían haberme dicho mejor piropo".
Yo creo que hay que estar. Por supuesto no es necesario vivir pegados a los hijos. En un par de años ellos ya necesitan su autonomía y sus horitas de estar con otros nenes. Pero, hay que estar. Para conocerles, para tratarles, para hablar con ellos, para educarles... Es un sacrificio fuerte, es un cansancio fuerte, también. Es una renuncia de tu propia formación profesional, en muchas ocasiones. Pero son etapas. Llegarán otras en las que quizá nos sobre el tiempo, y será entonces cuando podamos hacer todo aquello que no hemos podido hasta entonces.
Así lo intento vivir yo, aunque África siga llamándome a gritos, y tantas cosas que estaban ahí, y ahora no. Pero merece la pena.
Ahora que cada vez más amigas van teniendo niños, veo que me encuentro con los mismos problemas en todas partes. Todos vamos teniendo los mismos quebraderos de cabeza. ¿Cómo compaginar trabajo e hijos?

viernes, 18 de junio de 2010

Sueño de invierno habitual







Estoy paseando por una playa de arena fina. Miro hacia el suelo y observo mis pies descalzos dejándose acariciar por una arena suave y calentita. El silbido del viento me acompaña y un aire templado me revuelve la melena suelta. Pero no me importa, yo sigo caminando dejando que el viento me despeje la cara y me haga cosquillas.
Levanto la vista al frente. El mar es tan azul y está tan calmado que con tan sólo mirarlo parecería que algo dentro de mí se relaja y todo es como cuando era muy, muy pequeña, y sólo tenía que cogerme fuerte de la mano de mi madre para sentirme segura.
A mi alrededor hay poca gente. Algunas personas pasean como yo, un par de chicas juegan a pasarse una pelota hinchable, y una pareja de ancianos me saluda, cogidos de la mano.
Una hilera de casitas de madera blanca con un gran porche están en primera línea de playa. De una de ellas sale una música que me trae recuerdos de cines antiguos, vestidos de flores y sombreros de ala de caballero.
Respiro hondo, levanto los brazos y pienso que no hay un lugar más bonito que éste en el mundo. Y estoy sola, y no necesito nada más.
No necesito clases, ni gente gritando cerca, ni personas que hacen comentarios de mal gusto.
Sólo está la playa, el mar tranquilo invitándome a nadar y a flotar en el agua, escuchando únicamente el sonido de las olas.
Entonces todo se vuelve oscuridad, alguien me toca el brazo, abro los ojos… ¿dónde está el mar?
Vuelvo a cerrar los ojos… “mi mar, mi arena, mi sol, mis casitas blancas, mi música…”
Y vuelvo a recordar que en la ciudad más gris tengo que guardarme mi sueño de invierno muy dentro del corazón, para que el sonido de las olas me acompañe siempre.

viernes, 11 de junio de 2010

Desde la cuna

El otro día leía en algún sitio que un padre de familia había afirmado que "a rezar se aprende desde la cuna". Y me hizo gracia ver que somos muchos los que pensamos así. Por una de mis mejores amigas, una madre con una sensibilidad con la que me identifico plenamente, siempre tuve conciencia de que el momento de irse a la cama podía ser un momento muy especial, si los padres se lo preparaban bien. Por eso, adaptado a mi forma de ser, o más bien, a la forma que vamos configurando mi marido y yo en los poco más de dos años que llevamos casados, siempre he intentado que la noche fuera especial para María.
La música siempre está presente en el baño; los cuentos, las bromas, las risas... son otras cosas que siempre intentamos que estén. Poco a poco, cuando María vaya soltándose un poco más y pueda seguir el argumento de los cuentos, sé que empezaré a inventarme historias sobre la marcha, para estimular su imaginación y de paso ir educando.
Además de todo esto, justo antes de irse a la cama, incluso cuando la niña era una recién nacida, yo me encerraba con ella en la habitación y rezaba con ella las oraciones que hoy, 19 meses después, ya se han convertido en un clásico, eso sí, corregido y aumentado.
Porque ahora, ya en nuestro "hall" definitivo (digo yo), tenemos una Virgen con un Niño frente a la que nos colocamos los tres y frente a la que rezamos. Con el tiempo me he dado cuenta de que podemos dar un poco de rienda suelta a la imaginación y con toda la intención del mundo, he "introducido" las peticiones a San José, a la Virgen, al Sagrado Corazón de Jesús... Y aprovecho para hacer un repaso del día en familia, lo cual es una bomba, porque salen a relucir perdones por aquí y por allá, y agradecimientos, y detalles de cariño entre mi marido y yo (porque la peque no hace más que asentir a todo, lo cual es encantador).
Yo sé que hay muchas familias que hacen este tipo de cosas, pero como a mí me ayuda el escuchar algunas experiencias, he decidido compartir la nuestra.