lunes, 29 de octubre de 2007

Pequeña nota sobre la entrada de la prostitución

Como veo que es un tema que no deja indiferente a nadie, me gustaría añadir algunas cosas que quizá puedan ser útiles...
La casa a la que fui a hacer el voluntariado con mujeres prostitutas (en esos momentos ex prostitutas) se llama VillaTeresita. Está formada por mujeres laicas y consagradas que tienen como carisma la mujer prostituida en España. Tienen casas por todo el país.
Y lo comento porque si a alguien realmente le interesa, estas mujeres están muy preparadas y a la última en cuanto a noticias e informes sobre prostitución en España.
Detalles que no se mencionan en esta sociedad tan hipócrita donde a nadie le importa que existan las prostitutas mientras que nuestras hijas no tengan ese trabajo, y nuestros maridos no se acerquen a ellas.
Siento la dureza del tema, pero es una realidad que está ahí, mucho más cerca de todos nosotros de lo que podamos imaginarnos...

jueves, 25 de octubre de 2007

De vidas horribles

Una vez alguien me dijo que las mujeres tendíamos a hablar de nosotras mismas, de los problemas que tenemos en la sociedad y de todo aquello que nos atañe e interesa.
Es probable. No lo niego.
A mí por ejemplo, siempre me han interesado las prostitutas: sus problemas, sus sentimientos.
Cuando llegué a Madrid no conocía a nadie, pero había oído hablar de un sacerdote, capellán de una casa que acogía a prostitutas para que se rehabilitasen. Me puse en contacto con él, y le dije que quería ayudar.
Me tiré un año allí, trabajando todas las semanas con una señora de más de cincuenta años que acababa de salir de la cárcel. Había asesinado a su marido, o lo que fuera.
Se había prostituído desde los doce años, aproximadamente. No sabía casi leer ni escribir.
Su vida era horrible.
Tenía "hijos varios", nunca supe cuantos, desperdigados por ahí. No querían verla.
Mi trabajo consistía en ayudarla a mejorar su lectura y su escritura, para que pudiera estudiar un curso de "Auxiliar de geriatría". De esa manera podría empezar a tener una vida.
Fue un despropósito. Yo tenía 21 años y desde luego no sabía casi nada de cómo tratarla, ni de cómo ayudarle a mejorar. Acabé siendo su "confesora" particular. Nos cogimos mucho cariño, aunque no nos entendíamos mutuamente.
La pobre había perdido el norte, no sé exactamente cuándo ni dónde se lo habría dejado, pero sospecho que lo perdió a los doce años en alguna calle de los suburbios de Madrid.
Viví una experiencia impresionante que nunca se me olvidará. Más de una vez tuve que ir a recogerla a la plaza de Jacinto Benavente, a donde había ido a hacer lo único que había hecho toda su vida. Allí estaba, con su camisita de abuela, esperando a que llegaran los .... de siempre.
Con ella conocí a más prostitutas. Todas estaban tan locas como ella.
Aprendí que cuando a una persona le arrebatas lo más sagrado que tiene ( la dignidad), su mente se transtornaba hasta quedarse nublada, medio vacía... hasta el punto de que era fácil hacer con ella casi cualquier cosa.
Así que cuando ahora hablan de las "trabajadoras del sexo", de las garantías y la protección que debe tener su trabajo yo me pongo negra. Me invade la rabia porque quien defiende esa esclavitud y esa forma de vida, o está tan loco como ellas, o no tiene ni idea de lo que está hablando.
"La prostitución existe porque tú lo permites", decía una vez el cartel de autobús más certero que he visto nunca.

lunes, 8 de octubre de 2007

Una madre con estrella

Este fin de semana he hecho unos cursillos prematrimoniales. Han sido toda una experiencia en mi vida y no quisiera dejar de plasmarlo en la red, por si alguien que pase por aquí recala en este apeadero y decide echar un vistazo.
Pues sí. Me he asomado a otras vidas, que es lo que me gusta hacer... como cuando voy en el metro. Pero en este caso, las vidas no me han hablado de frialdad, impudores o malos olores. Esta vez me he asomado a vidas ejemplares de personas normales. Algo que puede parecer contradictorio pero que es felizmente posible y realmente levanta el ánimo ver que es algo real.
He podido conocer sonrisas infantiles de sacerdotes, que no tenían nada de ingenuas; sí de bondadosas. Hay veces que una sonrisa, una cara, unos gestos, te resultan familiares y acogedores.Cuando ni una sola palabra sobra, cuando nadie tiene motivos para ponerse a la defensiva, cuando los gestos bondadosos desarman... entonces uno sabe que está ante una persona especial. No es fácil caer bien a sesenta personas.
Además de los dos sacerdotes que conocimos, uno poeta y apasionado, otro infantil y sencillo... además de ellos, estaba doña Carmen.
Doña Carmen era una mujer pequeña y recogida. Tan recogida que no se le movía ni un pelo. De esas personas que podrías achuchar, pero con mucho, mucho cuidado pues podrían romperse.
Era madre de 9 hijos. Siempre he pensado que las madres tienen algo especial, pero desde luego que hay madres y madres, y ésta era una madre con estrella.
Al cursillo acudimos unas treinta parejas de todas las edades, condiciones y nacionalidades. Supongo que muchas de ellas llevaban tiempo conviviendo, no lo sé. Pero lo que sí sé es que las diferencias de costumbres o moralidad entre las personas que la escuchaban no supusieron ningún obstáculo para que hablase con una claridad y naturalidad tal, que nadie rechistó, ni fue capaz de llevarle la contraria... Saqué muchas conclusiones de su charla. En el curso tuvimos especialistas en ginecología, en Derecho... incluso hombres y mujeres separados que nos contaron su experiencia. Sin embargo, no hubo charla comparable a la de Doña Carmen. Y no lo digo sólo yo, se escuchaba en el ambiente.

lunes, 1 de octubre de 2007

¡Gracias!

¡Vaya, he tenido una "entrada"! ¡La primera entrada de mi vida!... ¡qué ilusión! ¡Gracias! Aunque usted ya me conoce, dejaremos que este blog siga tranquilamente en el anonimato...

La puerta del "Zó"

Cuando voy en el metro y miro a la gente siempre se me ocurren tantas historias que contar, que, mentalmente, voy escribiendo este blog antes de llegar a casa. Una vez aquí siempre hay llamadas de teléfono que hacer, mails que contestar, cena que hacer, y ropa que planchar. Sobre todo, ropa que planchar. Al final se pasan los días y este blog no engorda nunca. No como su dueña. No son las letras lo que me preocupa. Sino tantas miradas y tantos rostros que se quedan aquí sin describir.
Hoy he visto una mujer a punto de llorar. Diría que era marroquí o tunecina. Iba sentada y los ojos se le caían de puro cansancio. Me pilló mirándola, como me pasa tantas veces. Quise esbozar una sonrisa. En esos momentos extraños de metro lo mejor es sonreír, y entonces la otra persona se relaja y te devuelve la sonrisa. Es como si nos dijéramos: "aquí estamos, es que no sabía a dónde mirar".
En esta ocasión no me salió sonreír. No puedo evitar pensar de dónde vendrá y cómo será su vida. Toda esta gente tiene una vida llena de tantos sufrimientos, de adioses y abandonos, que nunca podemos llegar a entenderlos. No quisiera ser negativa, ni generalizar. Pero en estos casos suelo hacerlo y no me equivoco. Como no me equivoco cuando digo que todas las prostitutas se vuelven locas. Pero ese es otro tema.
Hoy vi a esa mujer triste. Llevaba una maleta enorme. Se fue unas paradas antes que yo. Cerca de la Puerta del "Zó", como dijeron unos andaluces a mi lado hoy. Pues a partir de ahora se va a quedar con la Puerta del "Zó". Me ha "gustao", hombre.