martes, 1 de diciembre de 2009

Madres e hijos... (y continúo con mi diario africano)

Están siendo días de aprender muchas cosas nuevas y excitantes. Alguien ha dicho por aquí que esto parece más bien una excursión de Camel Trophic. A mí más bien me recuerda a un reportaje del Discovery Channel.
Lo primero que hay que saber cuando viajas a Mozambique en el mes de noviembre es que cuando llueve, puedes verte envuelto en un grave problema.
El lunes por la noche, de camino a Mangunde, pasamos bastante miedo en el coche porque no se veía nada de tanta agua como caía en el cristal. Teniendo en cuenta que circulábamos por un miserable camino de tierra blanda, aún no sé cómo no nos quedamos atascados en esta tierra resbaladiza.
Mangunde está a 400 kilómetros de Beira. Eso significa llegar con el trasero abollado de tanto bote en el camino. Hasta esta población se accede después de dos horas de dejar la carretera principal. Parece mentira que, tan lejos de cualquier signo de civilización, vaya uno a encontrarse con semejante centro educativo, preparado para 2000 personas. ¿De dónde salen? Pues lo cierto es que salen de la nada. Salen del interior de la sabana, donde sólo ellos distinguen, supongo, un árbol de otro, cuando a primera vista todos parecen iguales.
En Mozambique las casas no se construyen en función de una población determinada, que además, por comodidad, esté al lado del río, o de algún pozo de donde obtener agua. No. En Mozambique uno construye su casa donde su clan esté; y su clan está donde lo estuvieron sus antepasados. Y si eso significa vivir a 30 kilómetros del río, del pozo, de la escuela, o del centro de salud más cercano, pues ahí te aguantes. Esa es tu vida y así te la cuentas a ti mismo.
La gente que llega a la Misión de Mangunde, donde viven 6 misioneras combonianas, acuden de todas partes y de ninguna al mismo tiempo. Llegan caminando, como siempre. En África se camina para llegar a todo. Y se camina en línea, unos detrás de otros. Con cierta parsimonia, con movimientos elegantes, como si en vez de una persona se tratara de un felino, lento y discreto, que casi no hace ruido, que se mezcla con la tierra roja del camino.
En Mangunde también hay una maternidad. Igualita que la Clínica Belén de Madrid, jaja. (Vaya, la broma no suena muy afortunada, ¿verdad?).



Me quedo con la carita de un niño que su mamá lleva agarrado a la espalda con una Kapulana, la tela típica con la que las mujeres se visten, se ponen los pañuelos del pelo, se tapan cuando hace frío... y llevan a los niños.
Cuando le miro, hago un cálculo mental y le echo unos tres meses. De repente el niño abre la boca para llorar. Tiene más dientes que yo. Entonces le pregunto a su madre, y resulta que la criatura tiene un año y medio.
Al preguntarle a la enfermera, me dice que tiene una desnutrición galopante. La verdad es que me impresiona terriblemente. Su llanto es cansino y continuo, sin fuerza. Tiene heridas por todo el cuerpo y llagas de la propia desnutrición. Su pelo es ralo, llena de pequeñas calvitas y su madre le sujeta con cariño y esa cara que ya he visto otras muchas veces, una mezcla de pena, inexpresión, dureza y dolor.
Alguien me dice que los africanos no son muy cariñosos. Viendo a las madres vestir y desvestir a los bebés, pienso que quizá son un poco rudas. Pero luego me fijo más, veo cómo les tienen cogidos, siempre cerca del cuerpo, siempre tocándoles con una mano, asegurándose de que están ahí, protegiéndoles... Y entonces pienso que, a pesar de la lejanía y las diferencias... una madre, siempre será una madre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola viajera, ya por el blog hemos sabido de tu vuelta, y también por tu correo. Nos cuentas historias que bien podrían saberse por el metro, pero no tendrían la vida que tienen sino fuesen tan reales y palpables.
Nosotros estamos bien, con la ayuda de nuestro Ángel que todos los días nos da fuerzas.
Gracias y continua escribiendo. Quizás un día no muy lejeno nos conozcamos en persona y te demos las gracias por ese corazón tan grande.
Por ciertolo del permiso para publicar lo de Loreto lo tienes entero.