Nos hemos enterado, antes de subir las persianas, de que Madrid estaba nevado. Lo supimos porque el presentador de la radio no había podido acudir ya que estaba incomunicado.
Efectivamente. Santa Adela estaba cubierto por una capa de nieve bastante gruesa, limpia, maravillosa.
Parecía otra calle. Incluso parecía otro barrio.
No sé cómo se me ocurrió subirme al autobús. Ingenua de mí, allí que fui, y me senté tan tranquilita, como siempre, con todos mis bártulos de pasar el día fuera de casa, y mis guantes, y mi gorrito, y mi... todo.
A los 10 minutos el autobús dijo que "hasta aquí habíamos llegado".
"El resto del trayecto lo tendrán que hacer a pie". En realidad el conductor no dijo eso, pero es una frase muy conocida ¿no?
Salimos de allí, niños con mochilas, hombres con abrigos y maletines, mujeres maquilladas, y yo con mi aspecto de niña-mujer que estrena sus botas para el agua.
No se nos dejó precisamente al lado de una estación de metro, así que no nos quedó más remedio que caminar a través de la nieve virgen durante al menos 10 minutos todos juntos.
En ese trayecto, participé de muchas conversaciones al mismo tiempo. Dos mujeres descubrieron que se llamaban "Lola", y supimos que los niños controlaban a la perfección los restaurantes de la zona.
Por una vez, Madrid tuvo un poco de pueblo, de vecindario. Ha tenido que nevar para que pueda conversar con la gente en la calle. No hay mal que por bien no venga, ¿no?
1 comentario:
no me puede gustar mas esta entrada¡¡¡¡
de verdad, no hay mal que por bien no venga... cuantas veces hemos pensado en hablar con alguien que no conoces con el que compartes todas las mañanas en el autobus???
me encanta de verdad¡¡¡¡
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