Cuando pensé en escribir un blog, creí que sería interesante describir a las personas y las historias con las que me encontraba todos los días, en el metro, camino del trabajo. Hace un tiempo, pude sustituir al metro por el mar y las montañas. Pero la gente sigue ahí, y las ganas de contar historias, reales o no, también.
lunes, 4 de octubre de 2010
Sigue lloviendo
Hace días, meses, que llevo pensando que debería dedicarles una entrada.
Les veo cada poco, en medio de la ciudad, caminando algo encorvados bajo el peso de sus grandes mochilas y ayudándose de un bastón que delata en seguida su condición: peregrinos.
Otras veces les he visto en los caminos, en las carreteras, incluso en otras zonas más típicas: León, Ponferrada... Pero nunca pensé que se podían ver tantos peregrinos en Asturias, y aún más, en mi ciudad, en mi barrio. Les veo caminando tranquilamente al lado del Mercadona donde siempre compro, alguna vez son orientales, les sonrío, les saludo, me devuelven el saludo encantados.
Hoy he visto a una pareja al lado de la catedral de Oviedo, a las 8 de la mañana. Caía un chaparrón de los auténticamente asturianos y otoñales, y ellos, provistos con unas capas pluviales muy apañadas, corrían a refugiarse bajo el atrio.
Estábamos solos, ellos y yo, y la lluvia, y mi paraguas y mis ganas de llegar medianamente elegante al trabajo, aún estando empapada.
Al verles, pensé que aquella imagen no podía ser muy distinta quinientos años atrás. Dos peregrinos protegiéndose de la lluvia bajo una catedral del camino.
Es de esas veces en que uno piensa que la vida avanza, desaparecen los periódicos y aparecen las tablets, y el sistema tactil, y las distancias del mundo se acortan. Pero sigue lloviendo y nos tenemos que refugiar en los mismos sitios.
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1 comentario:
No lo había pensado, las catedrales, siempre allí para protegernos en las tormentas.
Gracias, me ha gustado la idea
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