Cuando pensé en escribir un blog, creí que sería interesante describir a las personas y las historias con las que me encontraba todos los días, en el metro, camino del trabajo. Hace un tiempo, pude sustituir al metro por el mar y las montañas. Pero la gente sigue ahí, y las ganas de contar historias, reales o no, también.
viernes, 22 de octubre de 2010
De nuevo, ebulliciones de la sangre
Si no fuera porque es parte de mi profesión, debería prohibirme a mí misma leer el periódico, especialmente algunas noticias.
Hoy leo, en La Razón, que "La Vicepresidenta de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción del Embarazo, Francisca García, manifestó, en referencia a las críticas supeditadas por el encuentro (del IX Congreso de la Federación de Profesionales del Aborto y la Contracepción, apunto yo), que "pedimos un respeto para quienes tenemos una idea diferente", argumentando que "la ley no obliga a abortar a nadie".
Y pienso yo: Y tampoco la justicia obliga a asesinar, y sin embargo los asesinatos se cometen. No se trata de obligaciones, se trata de un crimen, auténtico y terrorífico.
Eso sí, como ni las propias personas responsables saben cómo justificarse, una señora que se llama Empar Pineda, que pertenece a esta misma asociación (cuya foto aparece en el periódico y de cuyo aspecto me abstendré de hacer juicios, mordiéndome la lengua a riesgo de envenenarme), afirma, por un lado que "estamos ante un tema controvertido, debido a que nos enfrentamos al inicio de una vida humana", mientras que al poco afirma que "las asociaciones provida sólo se preocupan de la vida antes de producirse, y después de ella, no durante".
A ver si nos aclaramos...
Hace poco tuve que escuchar que estaba algo obsesionada con el tema del aborto. Sinceramente, no pretendo hacer una escala donde juzgue unas desgracias más graves que otras. No me corresponde a mí ponderar el dolor. Pero si tengo que elegir, pondría a los bebés en el útero materno, como los seres más desprotegidos y más débiles del planeta. Ni siquiera sus llantos se oyen. Nadie se entera de su dolor.
He podido tener en brazos a niños desnutridos, llenos de llagas, con sida, con sarna, con tiña.
Y aún así, pienso que han podido nacer y probar la piel y el abrazo protector de sus madres.
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1 comentario:
Como hemos podido perder el norte, el sentido común, en tan pocos años.
Me conmueve al hablar con los "abuelos", ver como realmente sienten ,perciben el aborto como una maldad, un verdadero asesinato.
Algo que tristemente estamos perdiendo.
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