El otro día me dió por pensar en la gente que ya no está, y a la que nunca volveremos a ver, por lo menos con estos ojos rojos de ordenador y con rimmel de ir a trabajar medio mona.
Me acordé de mi abuela, porque mi abuela era mucha, mucha abuela, y claro, una cosa es admitir que ya no está... Y otra muy distinta echarla de menos en las cosas más sencillas y más tontas.
Uno da el gran paso cuando sabe que no tiene a alguien. Pero lo que, yo creo, que nunca llega a suceder es olvidarla en el día a día, cuando tienes que preguntarle cómo haría ella esto o lo otro, qué pasó en aquel momento, o quién es esa persona de tu familia de la que siempre has oído hablar pero no acabas de situar.
¿A dónde van los recuerdos cotidianos?
¿Qué hago con este pequeño hueco vacío de mi corazón?
No es dolor: ya la lloré, y mucho.
Es un agujero sin llenar, mucho peor que las lágrimas, mucho peor que el mal trago de aceptar que ya no se está. Es lo cotidiano, cuando te das cuenta de que la gente a la que quieres es mucho más que una mera presencia...
2 comentarios:
Entiendo el sentmiento. Mi abuela era lo máximo. Cuando murió,hace tres años, recuerdo que al día siguiente de su entierro, desperté y me di cuenta de que nunca anoté en ningún lado sus recetas... Cocinabamos sólo ella y yo, cada año para el almuerzo familiar de navidad. Eramos muchos, 8 hijos, 7 esposos(as), 24 nietos, 23 esposos(as), 29 bisnietos.... cociné con ella unas 12 navidades y nunca anoté nada, pensé que me lo sabía todo de memoria, y la primera navidad sin ella me di cuenta de que no.
Hoy he leido tu post, y he llorado como chiquilla, realmente me hace falta!!!
Si tienes tiempo, te dejo la dirección de un post que escribí el año pasado en mi blog, sobre ella http://quemarlosbarcos.blogspot.com/2008/07/los-abuelitos.html
Con esos agujeros, lo único que se puede hacer es aprender a convivir con ellos, pero nuncza se rellenan
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