miércoles, 18 de febrero de 2009

A María le gusta Madrid, eso es seguro. En realidad a María le gusta todo; se siente bien en Granada, en Gijón o en León. Le gusta el calor, el frío o la humedad. Y en el caso de Madrid, tampoco parece que le importe especialmente la polución.
La verdad es que a María le va bien cualquier cosa, siempre y cuando sus papás estén cerca para arroparla, darle cariño, sonreírle o cantarle. Le gusta especialmente que la mimen y que jueguen con ella, y hoy he descubierto que le encanta hacer amigos.
Sigo aprendiendo de María. Sonríe al primero que se le acerca amigablemente, pero también sonríe al que se le acerca sin más. Todo le llama la atención y lo acoge con alegría, y sus propias manos pueden ser un motivo de distracción durante una hora.
Además no le gusta nada que la intenten engañar, y no tiene un pelo de tonta. El chupete es un engañabobos, según parece decirnos, del que nunca se saca nada de provecho. Y cuando se la pone de lado, sabe perfectamente que aquello no tiene buena pinta.
Todo ello por aquí, en el barrio del culis-mundi de Madrid. Donde convivimos con algunos de los gitanos más educados que yo he visto jamás, y algunos que no lo son tanto. También tenemos unos amiguetes marroquíes, una pareja de gemelillos de unos 10 años a los que siempre se les ve sonreír. Y una familia de Ecuador muy unida y cariñosa. La verdad es que diversidad no nos falta. Y luego, están los inmigrantes ya viejos. Los extremeños, porque dicen que este barrio es de inmigrantes extremeños que vinieron a Madrid en los años 60. Ellos solitos fabricaron un barrio que se parece a un pueblo, donde casi nunca pasa nada, o eso parece.
No, Madrid no es para mí, ni para María, ni para mi marido.
Pero mucho me temo que nos queda bastante tiempo por aquí. Así que lo mejor es pedirle a la vecina que no quite nunca las sábanas de mi ventana.

martes, 3 de febrero de 2009

Madrid

Vuelta a Madrid. Donde las flores sólo se ven cuando la vecina tiende sus sábanas en el patio.
(Vale, no es para tanto)
Además, aquí tenemos muchos amigos.
Pero hay que reconocer que aunque me llueva todos los días y parezca una bruja que ha metido los dedos en un enchufe, prefiero mi cole, mi mar, mis cafelitos de media mañana... al autobús que te comunica con el resto del mundo.
María ha acogido su casita con mucho cariño. Así son los niños de sencillos. Nunca pensé que mi hija sería para mí un ejemplo a seguir (al menos mientras es un bebé). Agradecida, alegre... simple.